Relatos

La cajita de música

11 enero 2025

Había convivido y remado en la corriente del dejar pasar, y cada día se cansaba de sus propias quejas. Pero un día, un descuido de lo más pequeño de su propia sombra que le molestó, hizo que reaccionara en otra dirección. Dando fin a todo y sin mirar atrás, sólo se le ocurrió un modo de cambiar algo, y tomó una decisión.

Se exilió a la azotea. Y allí, nadie lo encontró. Porque en ese idioma esa palabra, azotea, no existía, él fue quien se la inventó. Y nadie busca donde nada se representa. Y solo en caso de un casual error, alguien accede a ese espacio y le pone nombre. Pero sigue siendo inexistente para el resto salvo que el nombre se comunique al exterior.

Había planeado volver en algún momento, pero fue pasando el tiempo y se le olvidó. Y allí vivió, sin esconderse, en el negro de la oscuridad por las noches, y retando al sol los días que no hacía demasiado calor.

Decidió quedarse en una única estación, para no tener que cambiar de armario, aunque eso debe ser para quien tiene dos armarios. Y se aposentó en el otoño infinito del habitar de día y de oscuros.

En ese retiro, la música de la palabra solitaria no devuelve ni el eco. El eco silenciado por quien aparta el recuerdo de su vida anterior. Santuario virtual construido con muros al pasado.

Una mañana un ruido lo despertó y al mirar arriba sintió un flash cegador, ¿qué era eso? ¿lo delataría a quién sé yo? Se puso nervioso, como si hubiera sido descubierto por un dron. Y fue ese día cuando volvió.

En el reencuentro con su espacio anterior, todo estaba intacto, tal como lo había dejado. Lleno de polvo, tal como lo había dejado. En las noticias vio su refugio, un nuevo descubrimiento a todo color. Habían pasado diez años, o puede ser que dos.

Se dispuso a hablarse, como hacía desde que emigró. Y en esas paredes, todas las palabras le devolvían una respuesta que ya se había dado con su anterior voz. Así que se puso los cascos, para no escuchar ecos hasta encontrar una solución.

Y no la encontró. Pero quién quiere una solución, el caso es saber lo que se escucha y sintonizar tu propio altavoz.

Y en ese dilema sigue, nuestro prota de hoy.

Anda con cascos, igual te lo encuentras en algún rincón.

Al acercarte sabrás que es él, escucharás una melodía, una canción.

Sale de una pequeña caja de música, de las de engranajes y cilindro en rotación,

la acciona girando sin parar la manivela desde el bolsillo de su chaquetón.

Si le preguntas algo, puede que te responda un poco más tarde, ten paciencia, entiéndelo.

Lleva mucho tiempo escuchando el mismo son.

Pero si esperas un poquito y lo miras con atención,

Verás cómo mueve los labios, y al rato, oirás su voz.

Pero no sale de su boca, sale de la caja y ahí escribe su propia entonación.

Escucha bien lo que dice, porque ha pensado mucho para darte contestación.

Así que no le preguntes por una calle, por una tienda o por la hora del reloj.

Él podría decirte, cómo buscar todo lo que no tiene aún definición, ni nombre, ni color,

Sea un lugar, un destino, un perfume, una persona o una ilusión.

Pero sólo tú podrás luego encontrarlo, eso ya, depende de tu motivación.

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