Relatos

El silencio que da la voz

4 mayo 2025

Las Voces del Cierzo, Escultura de Miguel Antón Malo

Ahí están los tótems parados, una familia de piedra. El viento pasa entre sus huecos, y silba y dice palabras. El primero entona, ¡madre! Y el siguiente lo recibe y contesta, y así sucesivamente, se pisan los sonidos, se silban sus pisadas, les vuelven a entrar sus propios ecos y los de las respuestas. Con todo eso, cada uno, forma algo que en su interior tiene sentido y respira de nuevo fuerte hacia fuera gritando algo que sólo él entiende. Ahíiiiiiii

El uno no sabe qué número le corresponde, pero se siente único, no sabe lo que piensan los demás, si sólo él piensa, siente, silba, entona, sopla y absorbe, recoge y devuelve y luego calla. El dos duerme, no sabe por qué no le entienden, no sabe si solo él entiende a los demás, si sólo el comprende, descifra, encripta los sonidos, los amplifica y los envía, espera, escucha y calla. El tres, el cuatro y así hasta el ocho. Todos se expresan, envían, reciben, se preguntan y se callan. Silencio de hormigón.

Todos están callados cuando no se mueve nada. Acumulan entonces todo lo que han recogido y le dan vueltas, ocho vueltas. Y piensan que quizás el mensaje era otro. Esperan con ganas que vuelva el movimiento para poder hablar, para poder recoger, para poder interpretar y darle sentido a todo. Se miran, enfrentados, no para luchar, sí para comunicar. Se conocen bien, se ven cada día, cegados por la luz. En círculo, cuando el sol está justo encima son todos iguales, centrados. En cualquier otro momento las sombras los distorsionan y el tremendo calor les hace ver dos o tres por cada uno de los ocho, se marean, y se ven dando vueltas, y se aletargan para no caer, murmuran cualquier sonido y giran dentro y fuera, fuera y dentro. Caracola de viento.

Muchos los han visitado, porque dicen que algo significan esos sonidos, que cada uno tiene su razón y se habla de que se comunican con toda clase de ventoleras y desaires.

Dice la leyenda que lo que se oye fuera, no es nada comparado con lo que se oye dentro, que su espiral infinita avanza por la entraña de la tierra, cavando cada centímetro con frecuencias sonoras y mudas. Nadie lo ve, pero en su túnel interno aún no se han encontrado, ni saben que se buscan ni cuando se encuentren sabrán que son lo que ven.

Y los cuentos cuentan, que si entras en trance espiral con ellos cuando el sol y el viento actúan a la vez, sentirás como te agarras a la tierra por los pies. Entonces tienes que quedarte quieto, con los ojos cerrados, y dejarte caer. Y escuchar lo que resuena como cuando en las películas viene un tren. Viene de lejos, no sabrás qué dice o qué es. Pero serás el único que pueda escuchar a todos, porque ellos te intentarán contar su por qué, sus penas y sus pesadillas cuando tienen que callar más de un mes. Y querrán que les des voz, y oír el latir de tu corazón, porque eso lo entienden, porque tiene un patrón. Y querrán que sientas lo que es, que te conviertas en piedra y que aprendas a silbar, y a esperar, porque sólo podrás usar los espacios cuando el cierzo quiera soplar y así el silencio dará paso a tu voz para poder gritar.

Las Voces del cierzo es una escultura de Miguel Antón Malo situada en La Muela
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