El Bohío Caraqueño
El fantasma de la mula de San José
30 mayo 2025

Pocos saben lo que ocurrió en aquella antigua y espantosa cabaña en la sabana de Ñaraulí a finales del siglo XVI. Cuentan las añejas voces que por cierto, cada vez son menos, que allí alguna vez vivió un tal Francisco Villapaldo conocido como el canario maldito, quien fuera acusado de traición por las autoridades peninsulares por colaborar supuestamente con los corsarios ingleses al mando de Amyas Preston quienes asaltaron y posteriormente quemaron el valle de Santiago de León. Al parecer, un baquiano local guió a estos sigilosos vándalos descendiendo por una pica y siguiendo el curso de la quebrada Anauco, antes de desembocar a las orillas del río Guaire, salieron a flote para sorprender a los atónitos pobladores, saqueando, violando y consumiéndolo todo a su paso.
En esa aciaga hora, algunos habitantes de la ciudadafirmaron que entre los invasores de ultramar, había un par de siniestras figuras casi espectrales flanqueando al temible capitán británico, una mula de ojos rojos con fuego en los casquillos y un retorcido niño posiblemente siervo íntimo de los hombres de mar, el cual en un estado de paroxismo frenético, profería cualquier cantidad de improperios y maldiciones en lengua flamenca.
Villapaldo era un blanco de orilla que se dedicaba a mozo de establo y pocero, ya que la sabana de Ñaraulí donde habitaba era conocida en la época colonial por sus innumerables pozos y quebradas, tal situación era aprovechada por las mujeres de castas para lavar la ropa, recoger agua cristalina y refrescarse ligeras de ropaje ante los ojos del isleño. Este personaje era poco apreciado por los moradores aledaños, quizás, por no ser un devoto cristiano o tal vez haya sido por atraer a las féminas como abejas al panal.
Los alguaciles y comisarios del tribunal inquisitorial que llevaron a cabo las investigaciones, basaron sus acusaciones en las declaraciones de un indígena encomendado del cura de la capilla, el cual juró ante el altar y posando sus manos sobre las santas escrituras, haberlo visto en compañía de los forajidos. Aseguraron que aquel tenebroso animal era de su propiedad y que en más de una ocasión, lo observaban dialogando con aquel repulsivo equino.

La corona española con sed de venganza, ordenó apresar al sospechoso y encerrarlo junto al bebé Gerber de lengua flamenca, que no pudo huir, al quedar mal herido en la refriega por un disparo de arcabuz. La santa inquisición los encontró culpables de herejía, ambos fueron ahorcados y sus cuerpos fueron lanzados en el pozo de Villapaldo y antes de anochecer lo sellaron para siempre.
Con el pasar de los años se alimentó la leyenda de aquella mula satánica de ojos rojos y fuego en los casquillos. Al caer la noche por las calles y vericuetos de la parroquia de San José son muchos los que aseguran haberse topado con esa aparición fantasmal. Uno de los testimonios más espeluznantes ocurrió a finales del siglo XIX según consta en acta de la jefatura civil, una enfermera del hospital Vargas, salía de su guardia en la madrugada y como habitaba en una casa cercana, decidió imprudentemente dirigirse a la misma. Andando por la calle sintió a sus espaldas un ruido de cascos y mientras apuraba el paso, el sonido parecía acelerarse tras ella.

A pocas cuadras para llegar a su hogar, pensó que todo había terminado, pero lo peor estaba por pasar, porque en el fondo de la calle entre la iglesia y la jefatura civil la esperaba la figura espectral cerrándole el paso, a la mujer no le quedó mayor remedio que rezar un Padre Nuestro y en ese preciso instante la mula se irguió sobre sus patas traseras para mofarse de ella con su grotesca risa.
La enfermera súbitamente se desmayó no sin antes vaciar su vejiga. Con respecto al infante que acompañaba al corsario Amyas Preston, los vecinos cuentan haberlo visto en más de una ocasión sentado sobre un esquelético árbol donde se supone quedaba la vivienda del canario maldito. En definitiva, no está de más decir que mientras en este mundo la realidad y la leyenda se anden entre las ramas, aquellos serán fantasmas y nosotros también.

Términos:
Blanco de orilla, según la wikipedia, es una denominación que fue creada por el historiador y sociólogo Laureano Vallenilla Lanz con el que se conoce en la historiografía social de la época colonial venezolana a una persona perteneciente a la categoría de blanco nacida en España, pero que carecían de los privilegios y prerrogativas exclusivos de los altos funcionarios y los mantuanos o criollos descendientes de los conquistadores.
Mujeres de casta, mujeres que no eran mantuanas, mestizas de clase humilde.