El bolero: escucha interior.

He visto las estrellas. Las he bebido. He tocado su profundidad deshaciéndose en los labios como un fruto sin dulzura. Soy la noche y nazco de la música en la voz negra. Si yo pudiera al menos susurrar como el arroyo.

Hoy he visto a un herido muy grave. Parecía un ángel. El tiempo está suspendido para él en el dolor, y para mí en la música

Eso dice Ravel en su película… en su bolero.

Pero aquí tan lejos de él yo soy la mañana y nazco de la música que busca entre los cajones un alma y desordena la intimidad y desordena las pérdidas. El tiempo suspendido del dolor ocupa apenas un pliegue de la brisa al comienzo de las guerras. ¿Hay quizás alguna justificación para un saldo bancario? ¿O para la crueldad? Hay un cuerpo colgado del dolor que aún siente el peso de otros labios y recuerda haber nacido antes que la piedra de los arcos y el triunfo. Qué hacer con la memoria, si la perdida tienes que beberla, como las estrellas, hasta el fondo de su luz.

He separado la vida del pensamiento. He protegido a mis hijos de la misericordia. Soy el crepúsculo de la civilización y bebo en la música el cansancio de todo el siglo. Beberé hasta sentir.

El susurro a contraluz camina ya hacia el monte.

Abraza, abrázame en el tiempo tú que puedes decir alma o sentido o poema. El agua por el labio seco de los países se vacía. 

Y los arroyos… mira cómo se van de mí, de esta tierra. Lo que se queda vacío. Eres tú mismo. Somos así frente a frente. Un vacío. Abrázalo. 

Siente toda la inmensidad exhalada como designio hacia un más allá de lo humano. Justamente siente ser exhalación. Casi el amor. O casi todo el amor. 

Ser el tacto. Posar en otros labios. Ser posado. Ser mundo sin peso ni crueldad. Ser afuera nacimiento de un interior otra vez. Ser música o tocar, al menos, al menos tocar en los labios una misericordia superviviente en los cuerpos como legado para nuestros hijos.

-Enséñame a bailar mejor,
-Pero no hay música
-Siempre está presente, escucha…
-No podemos bailar eternamente….
-¿Por qué no?

(Agradezco la hermosa voz de Azucena de Pablo, que me acompañó en la lectura)

Las dos citas y las dos imágenes pertenecen a la película de Anne Fontaine "Bolero", del año 2024.