Pintura

Camille Claudel

9 julio 2024

Aunque reconozco que estoy con el umbral emocional bastante bajo, hay historias que desgarran desde lo más hondo, quizás por ser hechos dolorosos que adicionalmente llevan una carga de injusticia y evitabilidad que los convierte en lastimosas tragedias.

Camille Claudel, nació en Aisne, Francia, 8 de diciembre de 1864. Desde muy pequeña mostró una tremenda vocación por la escultura, modelando figuras de barro de sus hermanos y su criada a los que hacía posar con gran desparpajo para una niña de su edad.

Pasó una infancia feliz, pese al rechazo de su madre desde el momento del nacimiento, quería un varón, y la enfermiza animadversión de su hermana, hasta convertirse en odio visceral. Su padre compensó toda esa ausencia de cariño, la idolatraba. Supo ver desde muy niña que era alguien muy especial.

Cuando Camille tenía doce años la familia Claudel cambia su residencia a París.

En esta ciudad comienza a formarse en prestigiosas escuelas de arte, para disgusto de su madre y entorno que consideraba a la escultura una actividad poco femenina, especialmente cuando la veían trabajar con una pasión y una fe en sus obras inusitadas. Totalmente impropio de lo que se espera de una señorita casadera.

En uno de esos prestigiosos centros de arte donde se forma, conoce al célebre escultor Auguste Rodin cuando este impartía clases.

De inmediato el escultor se da cuenta de la valía de la joven aprendiz y convence a Camille para que vaya, en principio a trabajar, a su taller.

¿Qué joven de 19 años para la cual la escultura lo es todo, no queda anonadada ante semejante propuesta del gran artista del momento?

Por supuesto acepta. Rodin tiene 43 años y primero la convierte en su alumna, luego en su modelo y finalmente en su musa y amante.

En la fotografía adjunta podemos ver a Camile trabajando en el estudio de Rodin.

La relación de Camille con Rodin es una relación tremendamente intensa, mezcla de admiración, pasión, odio y celos profesionales.

Ambos tienen una fuerza creativa arrolladora que se transmite a sus obras y a sus vidas. Hay una clara influencia mutua. Miremos una de las obras de la artista con 22 años.

“El hombre inclinado”

No es una obra muy grande, apenas 43 centímetros de alto, pero la belleza plástica que tiene, el dominio de la anatomía que se percibe, así como la técnica escultórica empleada la hace engrandecer.

Pero por encima de esas virtudes, la expresividad.

Es de una emotividad conmovedora. Junta fuerza física y fragilidad emocional.

No quiero entretenerme en relatar las relaciones de Auguste Rodin y Camille Claudel, que para eso hay dos películas que lo cuentan.

El hecho es que la escultora se desprende del tutor, encerrándose, literalmente, en su propio estudio, pasando auténticas penurias económicas, ante la desasistencia y el desprecio de su adinerada familia. En su estudio se le ve trabajar sin desmayo y se oyen gritos de desesperación cuando rompe las obras que hace porque no reflejan lo que ella busca. Pero de ese estudio también salen obras como «Cloto«.

Según la mitología, Cloto fue una de las tres parcas, hijas de Zeus. Son las que marcan el destino de los hombres.

Eso es lo que quiere reflejar Claudel, la incapacidad del ser humano para controlar el destino.

Es la personificación de la fatalidad.

Una mujer anciana y consumida es enredada en sus propios cabellos. No hay metáforas escondidas. Es un mensaje claro y entendible.

Una figura desgarradora que trasmite tristeza y soledad.

Dedicad un momento al tratamiento escultórico de la piel en ese cuerpo enjuto y consumido. Solo el estudio y trabajo de años lleva a ese dominio.

Encerrada en su taller no deja que nadie la visite, se obsesiona con que Rodin le copiaría las ideas. Según los expertos en muchas de las obras de Auguste Rodin se ve la mano de Claudel.

Se desespera porque a pesar de haber alcanzado un cierto reconocimiento siempre era presentada como la alumna de Rodin, la promiscua amante de este, atribuyendo su indudable talento a lo aprendido del maestro, nunca a su propia valía.

Solo tiene el apoyo de su padre que la anima a seguir consciente de su talento.

Pero Camille entra en una escalada de soledad, de angustia y de depresión.

Años de trabajo, años de ninguneo, viendo como Rodin cada día aumenta más y más su gloria, habiéndole usurpado ideas y obras, todo ello hace que no pueda más, y caiga en el abismo.

El 3 de marzo de 1913 fallece Louis-Prosper Claudel, el padre de Camille.

Siete días más tarde, tan solo una semana, unos camilleros entran en el taller donde trabaja y la ingresan, maniatada, en un psiquiátrico. Su familia ha firmado los papeles de ingreso por padecer “una sistemática manía persecutoria y delirios de grandeza”, (…) “se cree víctima de los ataques de un famoso escultor”.   

Al de pocos meses los médicos diagnostican el perfecto estado de salud mental de la paciente, recomendando su alta, pero según la legislación francesa de la época es la familia quien decide y estos deciden ingresarla en un manicomio público a cargo de monjas.

Treinta años permaneció en Montdevergues, treinta. En ese lapso de tiempo jamás recibió ni una sola visita. Ni una cara conocida.

Durante el gobierno colaboracionista de Vichy, entre 1940 y 1945, los centros psiquiátricos públicos dependientes del gobierno dejaron morir de hambre a unas 45.000 personas. Camille Claudel estaba entre esas víctimas.

En 1943 Camille Claudel murió por inanición. De ella que había demostrado que es posible esculpir el sentimiento, no queda ni el lugar de su enterramiento.

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