Relatos

Be de nube

20 septiembre 2025

Prisa se escribe con p de premura, r de rapidez, i de impaciencia, s de socorro y a de apremio.

Y así iba siempre Teresa. Hasta cuando deletreaba se comía ya las palabras y dejaba lo imprescindible. Sí, sí, Paco, tal cual suena, Pronto, Activo, Celeridad, “Otra vez no”, Paco Gil, de Á-gil.

Quien no la conocía se perdía en su hablar por la desconcentración que supone para cualquier interlocutor que se inserten palabras a priori sin sentido, deletreando al azar palabras aleatorias para asegurar ser entendida, cuando más bien conseguía todo lo contrario.

Tal llegó a ser su adicción que si alguien le hablaba con un ritmo desacelerado, no podía evitar ayudar, diciendo ella la siguiente palabra y deletreándola, para a su entender, reforzar la ortografía, la corrección y la fluidez de la conversación.

Nadie había visto nada igual, pero los más cercanos se habían acostumbrado, e incluso intentaban hablar más rápido y eso sí, siempre deletrear su nombre tal como ella lo haría. Buenos días Teresa, Torrente, Eficaz, Rauda, Expeditiva, Súbita_Ansiedad, ¿cómo estás hoy?

La vida circulaba con normalidad a una distancia prudencial de ella, donde no alcanzaba el efecto del torbellino de rapidez que la envolvía.

Un día al ir a comprar el pan, donde siempre, divisó una cara nueva al otro lado del mostrador. Por favor, una barra de pan, Prisa, Adelante, Nervio.

Claro. Pasaron 3 segundos o pudieron ser 3 minutos, mientras cuidadosamente envolvía el pan en un trozo de papel. Teresa hubiera rellenado ese silencio sin dudar, pero no podía dejar de mirar sus suaves y lentos movimientos, y sus ojos, que no dejaban de pensar en algo profundo que no parecía tener que ver con ese trozo de miga y corteza recién horneado. Hasta que al final el joven pronunció: Su barra. Con be de nube. Con be de jarabe y de caribe, no de suave. Respiraba cada palabra y cogía aire de nuevo pausadamente.

Teresa recibió esa respuesta como una afrenta a su deletreo establecido, pero aún hipnotizada y enmudecida por tanta lentitud y sorpresa en calma, extendió la mano con el dinero justo y se fue sin decir más. Le costó un buen rato volver a pensar en su modo habitual, ni había dado las gracias.

Estuvo días sin volver a la panadería, pero aunque la evitara, los rumores corrían por el barrio, qué buen trato, qué chico tan paciente, cómo relaja escucharle, y su forma de hablar, qué especial.

Pasó casi un mes sin comer pan, hasta que volvió a cruzar la puerta que anunciaba el horno de leña. Al otro lado no encontró lo que esperaba, no estaba ahí. Pidió su barra deletreada y le sirvieron rápida y silenciosamente, sin más.

Breve, brisa, nube, salve.

Siguió acudiendo día tras día pausándose antes de entrar, por si estaba ahí. No quería alterar nada, se limitaba a pasar recordando cada palabra con la que respondería si volvía a tener la oportunidad de coincidir con él.

Teresa se hizo mayor y el cuerpo se le ralentizó, y en ese nuevo compás aprendió a pararse y pensar,

 la mejor respuesta que dar si volvía a encontrar esa deseada tranquilidad,

que no por lento o rápido es mejor,

solo que a veces las prisas no te dejan ver al otro lado del mostrador.

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