El menguante de enero

Partamos de una obviedad. Yo sé de vinos lo mismo que de la Historia de Tayikistán. Aunque, puestos a hablar, me puedo tirar el pego con unas cuantas historias. Empiezo a hablar de los mongoles y sus imperios orientales, sigo con las tribus turcomanas y continuo sin más preámbulos hablando del desmembramiento de la Unión Soviética, que uno ya tiene una edad.

Si al menos hablásemos de Uzbequistán podría estar un rato dando la tabarra con Abdoujaparov y sus sprints suicidas en las tardes del julio francés con su maillot verde. 

Pero no es el caso. Todo esto es una distracción para no hablar de vinos y del menguante de enero. Porque lo del menguante tiene tela. Si atendemos a los antiguos, hay que ver la cantidad de cosas que había que hacer en ese menguante, como si no hubiese algún otro menguante el resto del año. 

A mí, la primera vez que me dijeron que el clarete no es lo mismo que el rosado, se me vino el mundo abajo. Lloré por las esquinas de mi vino tinto esperando alegre la Parusía.

Es curioso que saquemos el tema del vino después de pegarnos toda la tarde bebiendo cerveza. En cualquier caso el día ahora se resguarda de la noche y lo que antes era gente y paseos a la fresca se nos hace bola con la venida de los fríos.

Como fumamos (perdón por todo) hay que hacer vida en la calle. El Carlos nos mantiene a raya. Los hay que solo salimos entre semana porque las obligaciones mandan. Ha sido un buen año y el Dani y el Joselito van a ser padres. Aunque nos influye más lo del Dani que lo del Joselito.

Como no somos futboleros, hay tardes que no sabemos de qué hablar.

Tayiquistán puede ser una opción como cualquier otra. La pena es que no tienen equipo ciclista.

El menguante de enero lo curará todo.