El bar del Carlos

Maná del cielo

Tenemos tantísimas cosas que contar desde la última vez que contamos algo que con el folio escaso que tenemos para meterlo en nuestro libro rígido del bar sería imposible contar dos cosas enteras, con pelos y señales. Entre tanto, ya hemos escrito un buen párrafo desperdiciando un espacio necesario e indispensable sin haber contado absolutamente nada.

Pasaron Ramos y Semana Santa y solo el Paco el C. se mantuvo firme en su banqueta. Esos días los de mantenimiento somos bruscamente expulsados de nuestra zona de confort, como bien saben ustedes. Ha habido despedidas, entierros, comuniones y bautizos. Además, la cosa en la hostelería está tan mal en los merenderos de siempre que el Carlos y la Celia se hinchan a dar bocatas los sábados de guardar.

Hemos tenido de concursillo a la hermana del Antonio. La Carmen vive en Oviedo, por lo que se hace pronto con los borrascas. Nos trajo Cabrales; nos lo comimos. Vino para tres días; se quedó tres semanas. Preguntamos ahora tanto por ella que hasta su hermano le había pillado unos poquicos de celos.

Nos centramos, si les place, en algo surrealista, que a nosotros de panes nos salen hostias.

Sigue así:

Empezamos una tarde de cerveceo, como cualquier otra. El Santi falló por asuntos propios y allí nos manteníamos el Antonio, el Paquito y el Víctor con las inestimables aportaciones del Carlos y la Celia. Era Ramadán y al atardecer paseaba la morisma con sus chilabas de mudar para el rezo en la mezquita.

En estas uno de los paisanos sacó una bolsa y se dispuso a lanzarla al balcón de un amigo que, por la hora, ya estaría con alfombra en ristre por el Arrabal del Puente. La bolsa contaba con un tuperware de esos que tropezó en la barandilla con tan mala suerte que cayó y se abrió desparramando por el suelo de la calle su preciada carga.

El Carlos rió, casi demasiado. El Paquito le acompañó y el moro recogió lo que pudo y escapó, rojo de vergüenza.

El caso es que sí, que hicimos la prueba y nos lo fumamos. Aún nos estamos riendo, con las dudas existenciales de no saber a qué Dios rezarle ahora, por si media de nuevo y nos vuelve a caer el maná del cielo.

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