Fila 13, Asiento 79
Pequeñas cosas

Menuda racha llevamos, que si la gasolina, que si el aceite de girasol, que si el hielo… y es que es lo que tiene la globalización o el efecto mariposa, que un loco invade un país o a otro le da por tensar la cuerda con el vecino y lo pagamos los que vivimos en un pueblecito de la Ribera Alta del Ebro.
El otro día parándome a pensar en ello me di cuenta que realmente y después de dos años privados de muchas cosas, la felicidad está en las pequeñas cosas o en como dijo mi admirado Jose Luis Melero en su última visita a Alagón “la felicidad consiste en no serlo y que no te importe”, frase que no recuerdo de quien nos dijo que era.
En esas pequeñas cosas yo encuentro raticos de felicidad, pienso que no se puede ser feliz siempre y todo el rato, si no que tenemos temporadas, y dentro de esas temporadas momentos, e incluso dentro de esos momentos, raticos. Dejando a un lado las temporadas o los momentos, nos vamos a centrar en “los raticos”. Esas pequeñas cosas que te hacen sentir feliz, que nada más importa, que ese ratico no lo cambias por nada y que en ese momento te da exactamente igual lo que haga un loco desde un despacho de Moscú con un botón rojo al lado.
Cada uno de vosotros tendrá sus propios raticos, unas veces incluso se pueden repetir, y otras son raticos únicos, pero nos queda en el subconsciente esa sensación de felicidad cuando algo nos lo recuerda y nos los devuelve al presente.
Yo tengo mis propios raticos, os voy a contar alguno, el abrazo de mi hija cuando la despierto es la mejor forma de empezar el día, cuando sea una adolescente seguro que ese ratico se repetirá con menos frecuencia, por eso aprovecho todas las mañanas; un vaso de un buen vino mientras hago la cena; la celebración de un gol del Zaragoza, la primer untada a un huevo frito recién y bien hecho, encontrar la mirada de mi pareja entre el público cuando presento el concurso de talentos, abrir un libro por primera vez, el sonido de Netflix antes de empezar una serie, echarte a la cama el día que has cambiado las sabanas, ver en la pantalla del móvil el nombre de tu chica cuando te llama, el primer trago de una Coca-Cola, el cartel de Alagón en la carreta cuando volvía del internado, el primer hola de un amigo… son muchos los pequeños y grandes raticos que nos hacen sentirnos plenamente felices pero también a salvo, como si nada pudiera pasarte en ese preciso momento, como si nada más importara, como si nada malo pudiera pasar.
Quizá la clave sea llenar los momentos de esos raticos, para que los momentos que llenan las temporadas sean en su gran mayoría felices, que ya se encargara la vida de recordarnos donde estamos, mientras tanto voy a andar descalzo por el césped.