Historias Invertebradas
Las lauras o la seducción del mal
4 junio 2022
La sombra siniestra del vampiro Nosferatu recorriendo sutilmente alcantarillas, el pacto del Fausto con el Diablo, Dante descendiendo al infierno; han significado centenares de horas en películas, y también un despliegue desmesurado de tinta vertida en papel para construir un relato del mal, del demonio, como algo horrible, feo y repugnante. Sin embargo, ahora el mal echa mano de un despliegue inusitado de artificios y de indumentarias sin producir terror alguno, más bien suele derrochar seducción y simpatías, logrando que las fronteras entre el bien y el mal, si es que actualmente existen, se desdibujen y confundan hasta volverse traslucidas. Esa configuración contemporánea del mal la experimenté hace algunos meses atrás y de ello les quiero hablar.
Aquella noche conocí a Laura, una madrileña recién llegada al país en una de las tantas misiones enviadas a los pueblos del sur global con la genuina y altruista labor de “socorrernos del hambre, la pobreza y otros cientos de problemas”, vaya compromiso tenía la chica española. Recuerdo nítidamente su dentadura perfectamente blanca, rostro luminoso, ojos grises, realmente era encantadora, se le notaba bastante fresca. Nos invitó a entrar a su residencia ubicada en los lugares más caros de Caracas, al ingresar a su terraza estaban también sus compañeros de misión, todos muy amables, joviales y alegres, con sus copas de vino caro y ya un poco hartos por el festín de carne que se habían dado.
Laura, nos hablaba de todo un poco, se notaba que disfrutaba mucho su trabajo, y cuando ya el efecto del vino se hacía sentir, dijo que en el país jamás había sentido peligro alguno de nada, que desde que llegó no había parado de visitar playas y restaurantes, que lo mismo había sido en El Cairo, y en Jordania, eran las mejores rumbas, todo «muy guay«, y en un arrebato de sinceridad dijo «mi trabajo más que ayuda humanitaria es turismo humanitario» -y remató- «es un humanitarismo de cemento» acompañada de una hermosa sonrisa. Al terminar la fiesta ella estaba preocupada por la cantidad de comida y vinos que habían quedado. Y yo para aliviar su preocupación me llevé dos botellas. Cuando íbamos de salida quiso mostrarnos su camioneta recién comprada, cuyo valor superaba con creces los 20 mil dólares.
Al regresar a casa destapé la botella de vino obsequiada, y reflexioné sobre Laura, pensé en su encanto y al mismo tiempo su vacío, ella simbolizaba finamente la estética de lo traslucido, así como la lata Campbell, de Andy Warhol, con una excelente publicidad, pero vacía. De pronto experimenté un estremecimiento, Laura era la representación de lo siniestro y me había envuelto en su encanto. Esa sensación me conectó con las interrogantes del filósofo Baudrillard: ¿Dónde se oculta el mal? ¿Distingues su metodología?, ¿Conoces los circuitos en los que se mueve el horror? Estaba convencida de haber conocido al Fausto de Goethe. Ella era parte de una maquinaria malévola que juega a salvar al mundo empujándolo al barranco. Pero Laura, aun así, posiblemente no tiene conciencia de tal abyección. Por el contrario siente satisfacción por ser una agente benefactora de grandes causas.
Esa maquinaria es la misma que mueve los hilos de la narrativa de Adolf Eichmann durante su juicio, al responder a las interrogantes del jurado sobre las razones que lo habían conllevado a decidir la ejecución de cientos de personas, el solo respondió impecablemente, “yo solo cumplía órdenes”. Y pudiéramos seguir enumerando las listas infinitas de relatos por donde suele deslizarse el mal o las lauras, hasta llegar a nuestro propio patio, porque el mal habita hasta los territorios más insospechados. Porque el asunto no es Laura, ni Adolf Eichmann, lo esperpéntico es que es un nosotros. Pero eso lo hablaremos en otro cuento.
Finalmente, Laura ha regresado con su atractivo bronceado a Madrid, feliz de haber incrementado su repertorio de lugares turísticos. Mientras, en América Latina la disputa entre la vida y la muerte, la infamia y la esperanza, continúa. Nuestra tragedia parece no tener fin, pues nuestra colonia interior no abandona la aspiración de llegar a convertirse en Laura, por eso instala los paraísos artificiales del consenso y de burbujas donde solo tienen espacio unos pocos. Pero a pesar de ello, nuestra sabiduría ancestral nos mantiene erguidos de frente al sol y ante esa fuerza no hay maldad posible.
Música: . El bueno el malo y el feo, Ennio Morricone. . ¿Por qué se fue la paloma?, Pascuala Ilabaca y Fauna. . Crece La Voz, Macaco feat. Muchachito.