El Bohío Caraqueño

El que se tenga por grande

4 abril 2022

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               Al final, el olvido nos alcanza a todos, con la muerte chica, llega la descomposición del cuerpo, esa estela de la marcha siempre inesperada se deja sentir, despertando los apegos que se acoplan en la memoria de los que extrañan al viajero que partió, pero a ellos, también el tiempo los alcanzará, sus recuerdos se disiparán en esas llanuras eternas, con ese último testigo se van nuestros rastros efímeros, transmutados en nubes. La nada es la muerte grande, que, a la vez, es el Todo, la entrada a la luz sin ataduras. Y desde esta orilla, entre tantas historias cruzadas, sale de la chistera un botón, esta aconteció un 21 de febrero de 1959, cuando aparecieron dos obituarios publicados en el diario citadino “La Esfera”, que despertaron la curiosidad solo de algunos lectores acuciosos, la foto de la misma mujer apareció repetida, pero con diferentes nombres.

Mari Carmen Izquierdo de Loyola y Clara Baldomero Pelayos. Las dos fallecieron de ataques cardíacos, Mari Carmen se despidió de este mundo rodeada por su séquita parentela, en una lujosa mansión. Clara, exhaló su último aliento de vida en solitud, en una habitación de la pensión “El Infierno de Dante”.

              En realidad, las dos difuntas, eran hermanas gemelas, nunca se conocieron en vida, inclusive, ignoraban la existencia la una de la otra. Pertenecían a estratos sociales tan disímiles, y aún así, en esos derroteros del destino, no era la primera vez que las gemelas coincidían en publicaciones de la prensa escrita de sus respectivos andares, fue así como, el 16 de agosto de 1936 en la sección de sociales aparecían las fotos del matrimonio entre Mari Carmen Izquierdo y el Dr. Juan Loyola, ambas familias de las más encopetadas de la alta sociedad caraqueña. El periódico del mismo día, pero en la sección de sucesos, mostraba la fotografía de Clara entre otras tantas, siendo solicitada por zurda, por parte de las autoridades, a raíz de la aprobación del inciso sexto, de la reforma constitucional y su participación en la huelga petrolera.

Marina Ginestà

         En noviembre de ese mismo año, se embarca rumbo a España y se ve envuelta en el remolino de la Guerra Civil apoyando al gobierno de la Segunda República, a su llegada a suelo ibérico, formó parte de las Brigadas Internacionales, se entregó en cuerpo y alma en la Batalla del Ebro, la ofensiva de Zaragoza y la retirada de Aragón… Sin lugar a dudas, Clara tenía los ovarios bien puestos. Regresó a Venezuela en la década de los 40, a la Caracas de la radio, “La Billo´s Caracas Boys”, “En el Ávila es la cosa”, tiempos de la “Belle Epoque”. Habitó por muchos años en el hotel “Cervantes”, a pesar, de que el alojamiento con el tiempo degeneró en un burdel de puerta amarilla, burdel de mala muerte, Clara se mantuvo incólume dentro de las cuatro paredes de su habitación.                               

          Por su lado, Mari Carmen, conservadora y reservada, se movía entre las altas esferas de la sociedad caraqueña, siempre iba de la cama al “living”, como errante cosmopolita. Un maniquí entre lo plástico y el glamour, compartiendo la mesa con los “VIP”, tras murallas de oro. Cierto era que la vida de estas gemelas eran la antítesis, y, aun así, ambas transitaron las tragedias que describía Schopenhauer, Mari Carmen, el eterno tedio, Clara, el dolor de los que viven el día a día para ganarse el pan. Coincidencialmente, en sus últimos años, padecieron de prematuro Alzheimer.

Así vivieron, entre olvidos, y así se marcharon como polvo de hadas en el viento, en la nada. En esas ironías del destino, ellas, que llegaron a través del mismo portal a la vida, a la hora del sepulcro, los féretros coincidieron en los portales del cementerio, en búsqueda de nuevos horizontes. La desproporción de invitados era casi ofensiva, pero total, siempre se impone el polvo y la sombra, porque en esencia somos los elementos, la tierra que abona, el fuego que da luz, el agua que todo lo limpia y el viento, sí, el viento que esa tarde, esparcía entre las ramas el flamenco de Carmen Linares “El que se tenga por grande, que se vaya al cementerio y ahí verá lo que es el mundo. Es un palmo de terreno…”.

Porque al final, ese olvido que nos alcanza a todos, esa nada, es la muerte grande, pero si la muerte no es más que la continuación de la vida, pues ese olvido que deviene en la nada, debe estar compuesto del Todo Amoroso, y si no es así, pues a la mierda, haremos el esfuerzo por plenarla, tal vez… Quizás, el más sublime acto de humanidad sea el asumir utopías. Quizás, tal vez, sabrá Dios.

Música:

Heriotzaren begiak, Interpretada por Paco Ibáñez.
L'hymne à la mort, Robert
Ay Carmela, Rolando Alarcón
Así Como Bailas, Billos Caracas Boys
El último Beso, Los 007
El Que Se Tenga Por Grande, Carmen Linares


Fotos:
Foto 1, Foto de la portada de Nicolas Postiglioni de Pexels.
Foto 2, de la miliciana Marina Ginestà, 1936 Barcelona.
Foto 3, Identical Twins, foto de Diane Arbus
Foto 3, tomada de los archivos de Wikipedia Caracas Autos y Moda años 60 siglo XX
Foto 4, foto de Dmitry Daltonik, Pexels...

Si pulsamos sobre el botón play de la foto principal, podremos ver un extracto de la película «The Limits of Control», escena flamenca.

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