Pintura
Una sonrisa engañosa
23 agosto 2021
Uno de los cuadros más conocidos de Goya es el “Retrato de la familia de Carlos IV”, pintura de tres por tres metros aproximadamente y realizada en el año 1800. Destaco esa fecha por lo mucho que se ha dicho de que Goya caricaturizó y resaltó irónicamente la fealdad de los personajes que aparecen.
En 1800 Goya tenía 54 años y acababa de ser nombrado primer pintor del Rey, por lo que estaba muy agradecido a Carlos IV, aparte de tener muy buenas relaciones personales por la gran afición del monarca hacia la pintura. Vamos, resumiendo, si los personajes del cuadro aparecen feos es porque eran feos. La tradición retratista española era pintar a los retratados tan fiel a la realidad como fuese posible, al contrario de la francesa que sugería idealizar en la medida de lo posible al personaje representado.
La verdad es que Doña María Josefa, la cuarta por la izquierda, hermana del Rey, hubiese agradecido un poco de misericordia francesa por parte de Goya.
Es un retrato de grupo, pero el posado de los personajes fue individual. Se conservan cinco bocetos.
Aunque aparecen representados según el rango en la corte, la entrada visual al cuadro, la figura que atrae primeramente la mirada, y esto si es obra de Goya, es la Reina María Luisa. Se nota quién mandaba.
En el momento del cuadro, María Luisa de Parma tenía cuarenta y nueve años y había tenido 14 hijos, en el cuadro aparecen los cinco que quedaban vivos, y diez abortos. Esos veintitrés embarazos, en uno tuvo gemelos, ninguno de los cuales eran hijos del Rey según confesó en lecho de muerte la propia María Luisa, habían afectado su salud deteriorando lastimosamente su dentadura. Eso, junto con el láudano y opio con los que se frotaba las encías para soportar el dolor de sus podridos dientes, lo que explica los periodos de letargo en los que caía su Majestad.
Apenas conservaba dientes propios, por lo que prefería abrir la boca lo mínimo posible. Sabiendo el efecto que causaba en la gente esos «dientes negros», María Luisa mandó que le realizaran una dentadura postiza de porcelana sintiendo orgullosa con el resultado.
Durante la cena que se celebró en Bayona en la que Carlos IV ofreció su abdicación a Napoleón, Josefina esposa de Napoleón al ver su perfecta dentadura, se quedó impresionada por la maldad de los rumores sobre los dientes de María Luisa, pero cometió el error de ensalzar su perfecta dentadura. Orgullosa la Reina se sacó los dientes para demostrar que no eran suyos y se los paso a Josefina para que los admirara. Por supuesto, la remilgada Josefina, que empezaba a tener problemas bucales, consideró tal hecho una prueba de la mala educación de la Reina española. ¡Qué finolis ella!
Otras dos figuras llaman la atención, el propio Goya, al fondo a la izquierda, que se representa a sí mismo tal y como lo hiciera Velázquez en “Las Meninas” indicando “Sr. Don Diego, ya estoy a su altura, yo también soy primer pintor del Rey” y la figura de una mujer que se adivina joven con la cara vuelta. Ya es casualidad que con los meses que costó hacer el cuadro esa joven volviese la cabeza justo cuando la pintaban a ella. Perdón por la ironía.
En el cuadro debía aparecer la familia completa y aún no se conocía a la que debería ser la esposa del futuro Fernando VII, María Antonia de Nápoles, solución: Se le pinta pero sin mostrar la cara ¡Ya tenemos retrato de familia!
La verdad es que todo el reinado de María Luisa como consorte resultó bastante grotesco por lo que aún es más divertida la rivalidad entre la Reina y la Duquesa de Alba.
Cuentan por ejemplo que la Reina organizó una fiesta de alto copete en el Palacio Real en la que se incluía, entre otras cosas, un concierto de Boccherini, afincado por entonces en Madrid. A esta fiesta fue invitada la alta nobleza y Embajadores en la Corte. Por supuesto Cayetana, Duquesa de Alba incluida.
La Reina queriendo deslumbrar encargó en secreto un vestido exclusivo a un conocido modisto de Paris, la Duquesa se enteró por sus espías del hecho y mediante soborno consiguió que este hiciera vestidos exactamente iguales al de la Reina, para todas sus doncellas, presentándose con todas ellas ataviadas con el mismo vestido en la fiesta. La sorpresa de la pobre María Luisa al verse vestida igual que las criadas de la Duquesa de Alba fue mayúscula quedando en el mayor de los ridículos.
Dejemos que se le pase el mal rato a la Reina escuchando un quinteto para cuerda de Boccherini, tan ligado a la corte de los Borbones de la época.