Mitología

Ulises VI

5 marzo 2023

Con este artículo concluimos los hechos que sobre Odiseo o Ulises narra el poema La Odisea en los últimos siete cantos (del décimo tercero al vigésimo cuarto). Después de todo el periplo, largo en distancia y extenso en el tiempo, Odiseo llegará a su Ítaca natal procediendo con la cautela necesaria, tras haber escuchado los consejos del adivino Tiresias, la maga Circe y la diosa Atenea. El objetivo de nuestro héroe es el reencuentro con su esposa e hijo y la venganza de los pretendientes.

1. El encuentro con Eumeo y Telémaco

Con las advertencias anteriores, Odiseo acude a los suyos disfrazado de mendigo, pues no es reconocido tras tantos años de ausencia hasta el punto de que la mayoría de los suyos, salvo su esposa y su hijo, cree que ha fallecido. De esta forma pretende comprobar la fidelidad de los servidores de su casa y patrimonio. Así se presenta ante la majada de su viejo porquero Eumeo y, sin revelarse su identidad, comprueba su respeto y amistad cuando se emociona al hablar de su antiguo señor que partió a la guerra de Troya. Eumeo le proporciona al desconocido (cree que puede ser un dios disfrazado de humano) una manta para que pueda abrigarse y comida, pues está hambriento. En el curso de la conversación, el pastor relata a Odiseo cómo el numeroso grupo de pretendientes habita en su palacio y espera que su esposa Penélope se decida en tomar por esposo a alguno de ellos para dar mayor prosperidad a la casa y plena estabilidad a la familia. Estos pretendientes pertenecen a las mejores familias aristocráticas (aristoi) de Ítaca. Destacan por su actitud provocativa, conductas osadas y baladronadas contra los siervos de la casa que no les obedecen y a quienes menosprecian por considerarlos de condición inferior. Dentro del palacio, donde todavía reside la esposa de Odiseo, se realizan juegos atléticos y muestran sus destrezas en las luchas o certámenes, al tiempo que participan en numerosos banquetes y fiestas a expensas de la casa de nuestro héroe, dilapidando así el patrimonio familiar de éste.

En el aprisco de Eumeo se reúnen éste, la diosa Atenea y Odiseo. Una vez que el héroe revela su identidad, preparan juntos la venganza.

Mientras tanto, Telémaco, que había partido lejos hasta Esparta para averiguar el paradero de su padre, es advertido por Atenea, a través de un sueño, que debe regresar a casa y hacerlo con discreción, pues los pretendientes se han enterado de los deseos de Telémaco de encontrar a su padre y han planificado una estratagema para matarlo cuando regrese a la isla y así, dejar sin heredero a la familia. De modo que Telémaco obedecerá a la diosa: viajará de noche, y cuando llega, se dirige al aprisco de Eumeo. Allí reconocerá a su padre, a quien hace años que no ve, y se sumará a la proyectada venganza.

Mientras, el fiel Eumeo es enviado a la casa de Odiseo para advertir a Penélope del regreso de su hijo.

2. Odiseo regresa a su casa y sufre vejaciones. Encuentro con Penélope y Euriclea.

Tras descansar en el cobertizo de Eumeo durante la noche, Odiseo se dirige a su casa al amanecer para comprobar la descripción de los hechos que le ha narrado el porquero y corroborado Telémaco.

Disfrazado de mendigo, es reconocido únicamente por su viejo perro Argos, que muere sorprendido al reencontrarse con su dueño. Inmediatamente se dirige a la mesa donde están comiendo los pretendientes y les pide limosna, pero el pretendiente Antinoo lo increpa y le arroja un escabel. Mientras, Iro, otro mendigo que contempla que la existencia de un vagabundo más le mermará ración de comida que le regalan, reta a nuestro héroe a participar en una pelea, al igual que hacían los pretendientes. Estos aceptan que el vencedor pueda sentarse a la mesa con ellos. Tras vencer Odiseo, los pretendientes continúan burlándose de él y humillándolo.

El héroe todavía no ha manifestado su identidad, incluso cuando mantiene una larga conversación con Penélope, pues desea comprobar si su esposa todavía lo ama. Esta pide a su criada Euriclea que bañe al mendigo. Se da la circunstancia de que Euriclea amamantó a Odiseo mientras era niño y conocía perfectamente su cuerpo. Al ayudarle a bañarlo, pudo comprobar la herida del jabalí sobre nuestro héroe. Al reconocerlo, Odiseo le hace prometer que guardará silencio para evitar que fracase el plan de venganza que tiene preparado.

3. El fin de los pretendientes: el episodio del arco

Odiseo no puede dormir durante la noche pensando cómo matar a los pretendientes. Atenea, su diosa protectora, se le aparecerá para tranquilizarlo y así pueda conciliar el sueño, pues le aguarda una dura jornada. Al igual que él, Penélope sospecha algo, aunque no tiene suficiente certeza. Tampoco puede conciliar el sueño. Cree que no ha sido afortunada y suplica a los dioses su muerte.

Ya despierto, el héroe pide a Zeus un signo propicio para comenzar la venganza premeditada, y el padre de los dioses se la envía: un estruendoso trueno en medio de un límpido cielo azul presidido por un irradiante sol, que predice el augurio de la muerte que se cierne sobre los pretendientes. Hasta que comience la acción, Odiseo quiere comprobar qué criados de la casa le son todavía fieles y cuáles se han puesto del lado de los nuevos señores, los pretendientes, para premiar a los primeros y castigar a los segundos con la muerte.

Entretanto, Teoclimeo, un vate amigo de Telémaco, predice a los pretendientes el fin que van a tener: los muros de la casa de Odiseo se teñirán con su sangre. Algunos de aquellos, temerosos, se marcharon, pero la mayoría se quedó expectante haciendo caso omiso de la profecía.

Penélope aparece en la escena: propone a los pretendientes que todavía permanecen en el palacio que quiere contraer matrimonio si superan la prueba que les propone: disparar el arco que había elaborado Odiseo con la particularidad de que la flecha disparada atraviese los ojos de las ocho hachas que hay dispuestas consecutivamente, tarea ciertamente ardua que requería una gran destreza. Los pretendientes aceptan el reto, pero no logran ni siquiera tensar el arco. Odiseo desea participar en el certamen, pero los pretendientes lo impiden. Solamente a instancias de Telémaco logra participar, tensa el arco y supera la prueba ante la estupefacción de los asistentes, haciéndole una señal a su hijo, preparado para el combate final. Precisamente este comienza con la controversia con los pretendientes. El más altanero, Antínoo, que se encuentra bebiendo, es asaetado por Odiseo con una flecha que le atraviesa la garganta y muere en el acto. Los demás pretendientes protestan en muestra de solidaridad, pero el héroe les amenaza e inicia un combate contra ellos, auxiliado por Telémaco y sus criados. El cabrero desleal, Melantio, consigue armas para los pretendientes, pero Atenea protege a Odiseo y así, van muriendo todos los que le fueron desleales. En el patio del palacio acontece un suceso tétrico: las criadas infieles son colgadas ante la vista de todos y Melantio es despedazado para convertirse en pasto de los leones. Sin embargo, Odiseo manda venir a las criadas que le fueron leales y lo abrazan.

4. Penélope reconoce a Odiseo.

Concluida la cruenta batalla y muertos los pretendientes, Odiseo ordena a todos vestir las mejores ropas y organizar una fiesta y baile. Gracias a Euriclea, se presenta a su esposa, que inicialmente no lo reconoce, pues tantos años y tan grandes peripecias habían cambiado su semblante. Sin embargo, Odiseo facilita el recuerdo de Penélope al describir cómo fabricó el tálamo nupcial de un olivo. La mujer, que ha visto la destreza de Odiseo manejando su arco, queda convencida, lo abraza y escucha paciente sus aventuras.

Mientras las almas de los difuntos que acaban de morir bajan al Hades, Odiseo y su hijo marchan a casa de Laertes, padre del primero, envejecido y apenado al no saber nada de su hijo, a quien reconoce por la cicatriz, y la alegría retorna a su rostro.

Entretanto, reunidos los familiares de los pretendientes asaetados, buscan a Odiseo para vengarse. Éste, junto con su padre y su hijo, comienzan a luchar contra ellos. El viejo Laertes arroja una lanza y atraviesa el cuerpo de Eupites, padre de Antinoo, el primer pretendiente fallecido. En ese mismo instante cesa la lucha por intercesión de la diosa Palas Atenea, a instancia de Zeus, que restablece la paz y la concordia en Ítaca para “olvidar la matanza de los hijos y de los hermanos, ámense los unos a los otros, como anteriormente, y haya paz y prosperidad en abundancia”, disposición que cumplirá nuestro héroe alegre y animoso.

Ulises y Penélope
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