El Bohío Caraqueño

Sorbo Vinotinto

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Desde hace 20 años tengo un sueño recurrente, estoy en algún lugar de Caracas con deseos de regresar a casa pero, no encuentro ni la forma ni los medios, con una leve sensación de angustia, por la desorientación, ando como piedra rodante por estos derroteros pero nunca llego al hogar, paradójico perderme en esta ciudad que he pateado tanto y con la cual me unen inquebrantables lazos de pertenencia, porque ni aun cuando viví una temporada en el extranjero, ese aroma a café, a hierba húmeda tropical despedido por los árboles, jamás se disipó de mi memoria olfativa.

Es que uno termina imbricado con la combinación entre clima, paisaje, sonidos y ánimas, esos retazos desordenados, son pura amalgama de caóticas evocaciones, que sirven de referencias en el constructo del imaginario caraqueño. Por ello, sus crónicas siempre nos conmueven las fibras y son motivos para los ojos aguarapaos*.

Me remito pues, a continuar con mis propias vivencias que son los recursos más cercanos a mi consciencia y corazón. Un viaje en el tiempo, me ubican en aquel 1985, en mi primer año de bachillerato, recuerdo a mi profesor de Formación social, Moral y Cívica, quien nos educaba, en los conceptos de Patria, Soberanía, Símbolos patrios…

Recuerdo como ese docente nos invitaba en una ocasión a analizar la canción “Tiburón” del poeta de la salsa Rubén Blades, hecho que, en mi pubertad me motivó a reflexionar de forma incipiente acerca del mundo que existía más allá de mis confines mentales, al mismo tiempo, en ese año se disputaban los partidos clasificatorios para el Mundial de fútbol de México 1986, así, un domingo en la tarde, se encontrarían Venezuela y Argentina.

Sí, esa albiceleste de Maradona y compañía, en mi calle, a la hora pautada, un solidario vecino colocó un televisor en la entrada de su vivienda, para que los niños de la cuadra disfrutaran el partido, reconozco que era la primera vez que le prestaba atención a «La Vinotinto«, no tenía claro eso, de ver a Venezuela jugando fútbol, me parecía tan exótico, que un país caribeño pateara un balón, lo nuestro siempre había sido, pensaba yo, el béisbol o cuando mucho el boxeo, al momento de salir ambas selecciones al engramado del estadio “Pueblo Nuevo” en San Cristóbal, sentí una extraña sensación, ver a esos once jugadores uniformados de vinotinto que muy poco se parecían a los chicos del barrio, mientras se entonaba el “Gloria al Bravo Pueblo” la cámara de televisión realizaba un close up a los rostros de esos futbolistas casi todos hijos de inmigrantes españoles, y en menor medida de, portugueses o italianos.

Me parecían tan ajenos a los vínculos del barrio… pero ese divorcio duró fracciones de segundos porque al sonar el pitazo inicial, experimenté una gran serendipia vinotinto, como cuando la sangre llama, ipso facto, comprendí lo que el profesor de cívica se esforzaba en enseñarnos en un aula de clases, identidad y sentido de pertenencia.

El partido se perdió 2 a 3, a la postre Argentina saldría campeón del mundo en México 86, pero, poco me importó la derrota en el campo, porque esos hijos de españoles me enseñaron en 90 minutos lo que era sudar la “Formación social, Moral y Cívica” ese ejemplo, quedó como impronta en mi memoria.

Décadas después, en esos remolinos del destino y hallándome en asuntos personales, acudí a la notaría pública al frente del edificio “Iberia” en la av. Urdaneta, allí, para mi sorpresa, el notario era Nelson Carrero, uno de los integrantes de aquella selección vinotinto. Impulsado por una necesidad de comunicarme de forma respetuosa, le describí a él y a los presentes, mi vivencia y lo que ellos representaron ese domingo para muchos chicos de barrios populares, le dí las gracias y lo llamé icono deportivo, eso desarmó al abogado de flux* y corbata y se le inundaron de guarapo* los ojos. Después de 20 años de aquel memorable evento, siento que comprendió, que ellos también habían ganado el partido, esos instantes fueron indescriptiblemente humanos, atípicos para esos espacios burocráticos.

También debo acotar que en el año 1998, conocí a otro futbolista que participó en aquel once premundialista. Pedro Febles, yo trabajaba de botones en el mítico hotel Ávila de San Bernardino, en esa época, el Caracas F.C. se concentraba allí para enfrentar a los clubes América y Guadalajara, el canario venezolano era su técnico, la nómina de los “Rojos del Ávila” estaba plagada de virtuosos, Gaby Miranda, Gerson Díaz, Stalin Rivas, Ibrahim Salisu entre otros…

Aquella noche, cuando hicieron el check in, yo era el botones de turno y siendo un ferviente fanático de los “Rojos del Ávila”, se imaginarán… Mientras los acompañaba a sus respectivas habitaciones aproveché la oportunidad de expresarle a Febles mi admiración y respeto, le relaté mi vivencia de aquel domingo del año 85, a su lado estaba el gran Cayetano Luongo, utility y alma de la institución, a ambos le brillaban los ojos y no dejaban de sonreír, les caí tan bien, que inclusive, me invitaron a irme con ellos el día del partido, para acompañar al equipo.

Lamentablemente, no se dio, pero cuando partieron ese día rumbo al Estadio “Brígido Iriarte” me acerqué al grupo y en el lobby*, les deseé la victoria, supongo que, en agradecimiento, me obsequiaron una inédita franela* del club, bordada con 4 estrellas que aun conservo como un tesoro. Por cierto, no en pocas ocasiones, cuando salgo a pasear y a pavonear mi franela, algunos fanáticos me preguntan su origen y hasta me ofrecen dinero, pero lo más insólito me ocurrió en el seno familiar, no sé precisar el cuando ni mucho menos el cómo, pero la franela se había desaparecido de la casa por años, coño que misterio, la busqué por todos lados, le pregunté a todos y nadie sabía, qué arrechera* pasé, desconsolado con el tiempo, no quise ni recordarla más, el caso es, que en el año 2007 después de una penosa enfermedad fallecía mi padre, a los meses de nuestra pérdida, mi madre decidió deshacerse de algunas de sus pertenencias como camisas, pantalones…

En ese momento, para mi mayor asombro y estupor descubrí, que años atrás, mi viejo arbitrariamente, se había hecho una almohada artesanal con lo primero que vio, siendo mi franela parte de ese lote, pero reapareció y se disipó el enigma, aunque no me creerán, pero mientras escribía este texto, de repente, irracionalmente sentí un súbito impulso de verificar si está donde la dejé, porque en realidad, yo no creo en brujas, pero de que vuelan, vuelan.

Quien quiera puede recordar el trepidante partido entre la selección vinotinto y la albiceleste en un resúmen de 7 minutos, que podrá verse si le damos al botón play situado sobre la primera fotografía.

Guarapos: voz ketchua que define el jugo de la caña dulce exprimida, en el texto vendria a eufemizar lágrimas.
Ojos aguarapaos: ojos húmedos por las emoción.
Flux: En español de españa diríamos traje.
Lobby: Termino definido en su segunda acepción  como vestíbulo o recepción.
Franela: Ejemplo venezolano de sinécdoque en que el nombre de la tela pasa a indicar de igual manera el de una prenda de vestir concreta, la camiseta diríamos en España.
Arrechera: ira o enojo en la jerga coloquial popular venezolana.
Vinotinto: Color con el que desde 1938, fuera asignado por el COI a una delegación de deportistas venezonalos en Bogotá. Se dice también que podría ser la mezcla resultante de los colores de la bandera venezolana.

Canciones:
La Vinotinto, Caramelos de Cianuro.
El Tiburón, Rubén Blades.
Vivir en Caracas, Yordano.

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