Relatos
Piratas de la ribera
10 junio 2023
La familia Alonso llevaba largo tiempo afincada en la ribera. Su residencia, Bodega Norte, donde habían vivido por muchas generaciones, respetados por todos los conocidos del lugar.
Fueron tiempos de bonanza, cuando el bisabuelo Cándido, carpintero y bebedor, había construido su pequeño y gran mapa geográfico, su brújula perfecta. Como si un círculo enmarcara el pueblo pasando por su hogar, había repartido lo que correspondería a los puntos cardinales restantes. Diametralmente opuesto a Bodega Norte, estaba Crianza Sur, el cementerio, donde estaban enterrados sus padres y antepasados. Viña Oeste señalaba con dos estacas de madera formando una cruz, a modo de señal, el camino al río. Y en su Barrica Este, iniciaba el ascenso al sendero que aún hoy lleva a la ruta del boletus.
Esta particular idea del bisabuelo amante del vino y de los mapas había dado a la familia el apodo de los cartógrafos, pero el ingenio de Agapito, el del bar, los dejó con el mote de los piratas, solo por aquello de los mapas donde suele aparecer una brújula. Así que, aunque ninguno usara nunca pata de palo ni parche en el ojo, llevaban un nombre familiar bastante exótico para el lugar. Un nombre original y aventurero, más aun teniendo en cuenta que hasta entonces habían sido los Alonso, y como mucho, los morretes, porque el tatarabuelo nació con el labio partido.
El abuelo Marcelino, hijo pequeño de Cándido, que había salido del pueblo a buscar fortuna, volvió con un traje nuevo y una joven que hablaba francés, o raro. Marcelino, el de los piratas, dejó a todos boquiabiertos al decir que había encontrado un tesoro, y no le faltaba razón, la joven le daría felicidad e hijos, además de llenar su cuenta del banco ya que los padres de Sophie, ahora pirata consorte, tenían muchos cuartos y habían comprado extensos viñedos por tierras riojanas.
La pigata, apodo que habían puesto a Sophie por su pronunciación francesa, tenía una gran capacidad para la visión espacial, y enseguida se situó en el pueblo gracias a las coordenadas del bisabuelo. Amante del orden, empezó a etiquetar el pueblo, como si fuera un museo. De la fuente colgó un cartel: 100% natural y fresca. 10ºN.
De la campana de la iglesia colgó otro: Composición: 80% ruido 20% solemnidad. Coordenadas: 30ºS
Y del gallo: Composición: 90% molesto 10% regio. Coordenadas: De 15ºE a 20ºE.
Y del perro del pastor: Composición: 50% fiel 50% tragón. Coordenadas: (ver etiqueta pastor).
Pastor: Composición: 50% campo 30% soledad 20% rudeza. Coordenadas: (según el tiempo).
Y así etiquetaba todo. Y tanto era reconocida por su saber en composiciones que la empezaron a buscar para etiquetar medicinas y vinos. Si etiquetaba primero los vinos y luego las medicinas, solía hacer juicios más cotidianos, como cuando tras un vino de composición 80% cosquillas y 20% volteretas, etiquetó un jarabe para la tos como 70% cítrico y 30% mal sabor y apostilló: recomiendo acompañar con vino para calmar la tos.
El día en que se quedó embarazada, dejó de probar vino y jarabes, y se etiquetó a sí misma: 50% cansancio 50% náuseas 50% bebé. Y se iba cambiando la etiqueta: 80% tripa 10% patadas 10% ganas 80% bebé. Y en el noveno mes: 95% tripa 3%ganas 2%miedo 100% bebé.
Cuando nació el bebé lo llamó Sures, porque soñó que sería un gran marinero y espadachín, que recorrería los mares del sur. El chico heredó el paladar de su madre, y desde bien temprano etiquetó vinos, por escalas de olor, sabor y dolor de cabeza. Etiquetó uvas y cepas por tacto, vista, gusto y sensaciones, y elegía las mejores para su nueva brújula, que ahora abarcaba varios pueblos y en las que señalaba los cardinales como el abuelo Cándido, por tradición y gusto.
Etiquetó a su madre cuando murió, y envolvió de regalo a su padre cuando lo mandó a la residencia. Supuso que con eso estaría todo en orden, o quizás no, pero que era su momento.
El momento de cruzar sus límites conocidos, en un viaje para el que se autoempaquetó. Perdió peso para pagar menos sellos, y se automedicó para dormir en el trayecto. Eligió al azar una dirección en un lugar a más de veinte brújulas para asegurarse un destino lejano, o al menos desconocido, indicando latitud y longitud. Y se envió, con una carta de presentación, por si cogía el sueño muy profundo:
Hola muy buenas.
Me llamo Sures, tradúzcame como se pueda. Si aún no estoy despierto, deposíteme en una cama o colchón, por favor. Me encantaría despertar con dos copas del vino que usted elija en la mesa, para compartirlas mientras me pone al día en las costumbres del lugar. Compensaré cualquier molestia que le haya podido ocasionar. 100% agradecido.