Las Mejanas
Mis mejanas
12 noviembre 2022
Mejana, una palabra. Busco en un diccionario online: nombre femenino, Isla interior en el lecho de un rio. También la tierra que ocupa el interior de un meandro.
Mejana, un lugar. Refugio de aves y otros seres. Oasis en el camino de migrantes. Escondite perfecto de nidos y telarañas. Inspiración de poetas de ribera. Postal anónima. Posibilidad de Thoreaus de “andar por casa”.
Mejana. Palabra de uso común en la cuenca del rio Ebro. En otros lugares tiene otros nombres, otros materiales, otras poblaciones. “Towhead”, banco de arena, lo llaman en el Mississippi. “Ait” en el Támesis. En Brasil dicen que está la más grande; Brasil siempre desborda lo imaginable, también en la política. Pero me niego a alimentar ránquines… ¿quien dice que es la más grande?, ¿cuándo se comprobó?, ¿a quién sirve esa comparación?
Mejana, del latín mediana (que está en medio). Pero no es central, ni protagoniza los libros de geografía, ni suele tener nombre¸ incluso molesta: “¿porqué no la quitamos para que no estorbe?” -dice el pueblo que la vio nacer.
Creció lentamente, a base de tierra, ramas y semillas. Resistió las lluvias de primavera que inundaban su joven cuerpecito. Aguantó riadas que desbordaban muros y espigones. Se libró milagrosamente de planes hidrológicos que bendicen dragados como solución mágica a todos los males “hay que limpiar el rio!!” gritó el más fuerte… Y un coro de “followers” del progreso repetían emocionados, “¡¡hay que limpiar!!, ¡¡hay que limpiar!!”. Empiezan por el rio y a veces no sabes dónde van a acabar limpiando. Me dan miedo quienes quieren todo limpio.
Mejana, islote en medio del curso de un rio. Delicada pero tenaz, se ha hecho un hueco. Y al contrario de lo que cantaba Antonio Vega, no se deja llevar.
Puede que crezca tanto que consiga enlazarse a la orilla y alcanzar el alto rango de tierra firme. A ella quizás no le interese esta categoría. En Tudela la acordonaron con un puente, la parcelaron, cada vez construyen más casas con césped y piscinas… aparcan coches.
Puede que el secreto de su libertad sea mantenerse distante de la orilla, no pertenecer a ningún término municipal, ni estar sujeta a otras leyes que las de la CHE (quien fuera mejana!).
Mejana. Imposible no pensar en mi misma, mediana en la familia, tercera de cuatro hermanos; isla en el pueblo; secundaria en el instituto, de secundaria; resistente a lluvias torrenciales en la juventud (el alcohol, el amor romántico, el patriarcado, la presión social por ser más y mejor en todo y para todos, los demás). Y pese a todo, mediana, ni fracasada ni triunfadora, ni solterona ni madre de familia, ni alta ni baja, ni gorda ni flaca… nada, mediana.
Y ya crecida, sosteniéndome año tras año en medio del cauce, dejándome afectar por el mundo y cambiando, constantemente, porque esa es la clave de mi supervivencia, no aferrarme a una fórmula, no querer ser otra cosa que lo que soy, una isla permeable y frágil que cualquier día desaparecerá sin dejar rastro. Una posibilidad de existencia de lo pequeño, lo simple, lo distinto, lo vulnerable. Un pedazo de tierra que pasa desapercibida en el centro del rio y que si molesto me empujan a los lados, territorio marginal en el que no estoy sola, pues la vida de los unos echa a un lado a les otres.
Dicen que las islas de los ríos no están formadas por terrenos duros y resistentes, sino que son pequeñas partículas de arena, grava y sedimentos que se acumulan discretamente en el lecho del rio a lo largo del tiempo hasta ser un oasis de vida imposible en las orillas.
Y me imagino mejanas de colores, con los colores de la república, del feminismo, los del arcoíris. Mejanas verdes, del mismo verde que inundaba las calles argentinas, o azules glaciar (triste postal de la crisis ambiental). Mejanas con los colores del Sáhara libre, del Kurdistán y de Palestina. Mejanas caleidoscópicas con colores de pueblos indígenas. Mejanas blancas gobernadas por la paz… mejanas sin jaulas ni correas en las que las personas no somos más ni antes que el resto de animales. Me imagino mejanas sin escaleras, ni test de inteligencia, ni manicomios, ni cárceles.
Puedo imaginarlas.
¿Y tú? ¿Puedes verlas? ¿Estuviste alguna vez en una mejana? ¿Eres una de ellas?
Y ¿si escuchamos detenidamente la vida de esa vecina que cojea? ¿o la de la joven negra que viene en el tren de la ciudad cada martes? O si observamos a la persona estrábica que sale a correr cada mañana y luego se desaparece. Y qué me dices de la mamá de Alfredo (por cierto, ¿quién fue el padre?). Eso por no abrir el melón de Nuria, esa que nunca sale al bar y solo tiene amigas.
Cuando una de estas presencias resiste en pie la corriente, una parte de su historia se hace visible, un pedazo de vida emerge en el cauce, el rio enlentece su curso, otras partículas flotantes a la deriva se detienen, una mejana nace.