El Bohío Caraqueño
La cinemateca
27 junio 2022
Para el texto de hoy, "La cinemateca", Jhonny López ha solicitado la colaboración de dos grandes artistas venezolanos. El actor, Rafael Jiménez, miembro del grupo de teatro Escombros Sonoros que dramatizará el relato, y el fotógrafo Félix Gerardi, que se encuentra exponiendo actualmente en la gaRceta, que lo ilustrará con su magnífica fotografía. Nuestra humilde publicación les agradece su gran generosidad.
El hábito de sentarme en las tardes, en las cálidas y amistosas escaleras adyacentes a la Cinemateca Nacional, formaban ya parte de un viejo ritual, enganchado desde niño, esa mala costumbre de echarme con la piel coloreada en el pavimento, donde sea y por doquier, admirar firmamento, a contemplar en la calle, transeúntes físicos o incorpóreos, creación maravillosa y casi imperceptible, que develaba lo incognoscible, como aquellos días de ventolera y saturados de electroestática, que insuflaban a las desechadas bolsas plásticas, a danzar el lago de los cisnes, por que, siempre le he apostado a ese hermoso acto de vagancia, que aún hoy, continua medrándome, sin palabras, sin pretensiones; el descansillo a las distintas habitaciones del espíritu, colmar los ojos con el paisaje verde, la bruma nacarada, el aroma a tierra húmeda y las polifonías deambulantes de la ciudad.
Y así, conocí a la Cinemateca, amistad que se ha mantenido en el tiempo, a pesar de los avatares del destino. Es que me descarrilaba del asfalto citadino y a través de esos pasillos, penetraba en un estadio velado para aquellos que nunca abren los ojos. Al inicio, todo era penumbra y un frío de aire acondicionado, que calaba hasta los huesos, de repente, la luz violentaba la pantalla y durante su permanencia, un abanico temático, la melancolía, la venganza, la traición, la inocencia, la culpabilidad, la pasión, la alegría, lo ruin, lo tormentoso, el amor… En fin, la tragedia y la comedia.
Mientras, con premura iba en búsqueda de ilustración. Hallando amparo en esa tarima de madera pulida, en sus cómodas butacas azules, debajo de los pliegos de la alfombra roja, surgía una cofradía de cinéfilos, todo un racimo de pintorescos personajes, como ese viejo gitano, con la mala costumbre de eructar de manera cerril, en los momentos cumbres de la película, toda una ópera bufa, con lo cual se ganaba al unísono, sus habituales mentadas de madre, inclusive, en una ocasión, fue tal la indignación que una señora iracunda lo atacó con un paraguas ante los aplausos y vítores de los presentes, pero nuestro querido gitano era genio y figura hasta la sepultura, y no mermaron sus actos de irreverencia, ni mis simpatías por este espíritu burlón. Previo al inicio de cada film, se acostumbraba a proyectar algún cortometraje de producción nacional, en una ocasión, colocaron un documental sobre unos campesinos y su contexto en Mérida, fue tan hermoso lo visto, que el gitano cercano a mí, suspiro y susurro “Venezuela”. Con eso bastó, para ser uno de mis personajes preferidos.
También estaba el dandy inglés, con pinta de Elton John, con su colección de lentes multicolores, sus chalecos llamativos, sus extravagancias, vaya que era un tipo excéntrico. Como olvidar al señor que todas las tardes, llegaba a las puertas del Museo de Bellas Artes con un elegante y sobrio traje a la medida y unas encantadoras botas de plástico amarillas, que le llegaban casi a las rodillas, además hacía acto de presencia, apoyado con un séquito de 20 perros callejeros, que se apostaban en esas mismas escaleras cálidas y amistosas a esperar que terminara el film y emergiera de la sala su compañero de aventuras. Reconozco con la más absoluta honestidad, que me hice amigo de la cinemateca, porque más allá de la proyección de la película, me deleitaba con todos estos personajes circenses, y situaciones rocambolescas, es que más que un cine, era un teatro de lo absurdo, y me fascinaba, era un espacio de almas mágicas, mientras que afuera, ni siquiera lograba asir mis manos y pies.
Entonces, los imponderables y vicisitudes del ser y estar, fueron razones de fuerza mayor para alejarme por años del lugar. Durante ese periodo, y andando por la ciudad, entre bifurcaciones y cruces de esquinas, me topé alguna vez con estos recuerdos. Así, un sábado en la noche, sentado en otras escaleras, cercano a mí se encontraba el gitano, debo decir, en un estado de indigencia, nunca he logrado describir aquella sensación de impotencia que sentí y me culpo por no haberme acercado. Todavía después de los años, siento un leve escalofrío, pero aunque suene contradictorio, lo que menos deseo es olvidar a ese ser desamparado, con el tiempo, esa figura ha sido faro y maestro para recordarme donde estoy y como caminar.
Al dandy inglés, me lo encontré en una sala de espera del IPASME*, no resistí la tentación de acercarme, que personaje tan agradable, tal cual me lo imaginaba, resulta que el tipo era psiquiatra jubilado de dicho seguro social. Hablamos de todo, por supuesto de cine, lamenté tanto escucharle decir que sufría de Alzheimer y que lo peor era que estaba olvidando los nombres de las películas, los actores, las tramas. Qué gran tragedia, más nunca lo volví a ver, recuerdo que tenía esa mirada apagada de aquellos que están cerca de partir.
Hace tres domingos, sentí un desenfrenado deseo de pasear y acto seguido, salí a la calle y entre las esquinas de San Enrique y San José, me crucé con un viejito cabizbajo y doblado, que caminaba a pasos de morrocoy*, para mí sorpresa era el sr. de los perros, y en un arrebato de alegría lo aborde, lo llamé dos veces y no atendía, a la tercera, me escuchó, le pregunté “Disculpe, ¿Usted es el señor que asistía a la cinemateca verdad?”. Y como por arte de magia levantó el rostro y la espalda, se quitó 20 años de encima y con una sonrisa luminosa respondió con un “SÍ”. En 5 minutos, hablamos de un 1 millón de películas, le tomé fotografías a dos, “El Bebé de Rosemary” y “Los Cañones de Navarone”. El viejo estaba pletórico, me apretó la mano con vigor, me bendijo, me dio las gracias y nos despedimos. Ese mediodía llegué a casa con una indescriptible sensación de serenidad. Y por un breve espacio miré para adentro, suspiré, vaya que suspiré, y una leve sonrisa coloreó mi rostro.
*IPASME: seguro social exclusivo para los enseñantes que trabajan para el Ministerio de Educación Nacional Venezolano. *morrocoy: un tipo de tortuga que vive en los bosques tropicales del Caribe, Centroamérica y Sudamérica.
Música: .Vuelvo al sur, Gotan Project
Todas las fotografías son obra de Félix Gerardi. El texto es dramatizado por el actor Rafael Jiménez.