Cartas al director
Sabernos Únicos
4 agosto 2023
Tener la consciencia de que somos seres irrepetibles, nos da la certeza del valor que poseemos, el sabernos los únicos dueños de nuestra personalidad, de nuestros pensamientos y sentimientos, nos atribuye una responsabilidad extraordinaria sobre nuestra vida y sobre cada uno de los pasos que damos. Saber que nos pertenecemos a nosotros mismos, pudiera ser una realidad asombrosa que nos llena de esperanza y de algo de emoción, pero también, pudiera causarnos desasosiego por las implicaciones que conlleva el hecho de no contar con un guía que apruebe o desapruebe las propias acciones y decisiones.
Para muchos, el hecho de considerar que su vida va siguiendo el camino que otros le trazaron, pudiera proveerles de comodidad y seguridad, pues en estos casos, los aciertos o desaciertos son atribuidos a un tercero, liberándose de esta forma, de cualquier sentimiento de culpa o frustración, sin embargo, en algún momento de silencio, pudiera cuestionarse si realmente, lo recorrido, ha sido su propio camino o el de alguien más, si ha satisfecho sus expectativas o por lo menos, si ha intentado aproximarse a aquello que es sincero para él, si su vida le ha pertenecido o ha regalado sus horas para la satisfacción de deseo ajenos. En este caso, puede generarse un sentimiento de vacío, porque aquello que la persona creía seguro, era solo una ilusión, pues tal seguridad no puede existir, si no parte de la honestidad, si no resuena dentro de cada quien.
Bien es sabido que pertenecemos a una sociedad sistemáticamente organizada, en la que los roles de cada uno parecieran estar definidos en función de las necesidades colectivas. Desde los primeros años de nuestra vida, se nos incorpora al sistema escolar y pertenecemos a éste, por lo menos hasta los inicios de nuestra adultez, en este recorrido, en ningún momento se nos pregunta por nuestros intereses, sin embargo, de forma natural, consideramos imprescindible todo lo que este contiene. Al llegar al final de esta etapa, debemos tomar nuevos caminos que se direccionan hacia limitadas posibilidades, el incorporarnos a la vida laboral, el continuar estudios superiores, el formar una familia y dedicarnos a ella. Cualquier otra posibilidad, que se escape de estas, es considerada una excentricidad, pues difícilmente, tomando un camino diferente podemos mantenernos y llevar una vida aceptable; aun así, hay quienes se arriesgan a pagar el precio de salirse de estos patrones y vivir con la mayor autenticidad posible, felices o no, solo ellos pueden realizar tal evaluación.
Por otro lado, nos encontramos nosotros, que hemos asumido la convencionalidad de la vida, quienes apaciguamos nuestras dudas asegurándonos y repitiéndonos una y otra vez que hemos sido libres de escoger lo que hoy en día somos, tal vez sea una herramienta de auto consuelo, al ser parte de una embarcación en la que no recordamos cómo ni cuándo llegamos a ella y aun así, heroicamente, tomamos el timón con la confianza de que nuestras fuerzas y decisiones sobrepasarán cualquier adversidad.
A nosotros, que día a día nos levantamos convenciéndonos de que forjamos nuestro futuro, aferrémonos a aquello que aún nos pertenece, como lo es la búsqueda del bienestar propio, que implica el sentirnos bien física, mental y emocionalmente. El autoconocimiento, es el inicio de esta, si tenemos la convicción de que somos seres únicos, vale la pena dedicar nuestros esfuerzos en descubrirnos, en saber lo que nos motiva, lo que nos apasiona, en reflexionar si la honestidad ha estado presente en el camino que hemos seguido y, si la duda nos acecha, saber que siempre hay posibilidad de abrir un sendero, por pequeño que sea, para iniciar nuestro propio crecimiento.
Si nos encontramos en ese proceso, el bienestar propio se encuentra vinculado directamente con la salud mental, no es posible sentir tranquilidad si la mente está en desequilibrio, si somos víctimas del estrés, si nos sentimos agobiados ante las circunstancias, si nuestro estado de ánimo está siendo afectado por factores externos. En este caso, es necesario detenernos y escuchar lo que está sucediendo en nosotros, detectar las alarmas que nuestro ser nos grita, es el momento de mirar hacia adentro, de reconciliarnos, de perdonarnos, de escucharnos y por qué no, también de consentirnos.
El saber que somos seres únicos, nos invita a reconocernos como la persona más importante en nuestra vida, pues seremos nuestros propios aliados durante todo el recorrido, nuestros padres, hermanos, hijos, parejas y amigos, pueden irse algún día, y allí seguiremos leales, sirviéndonos de compañía. Pero, ¿quién quiere de compañía a una persona desmotivada, enfermiza, enojada y llena de prejuicios? Yo por lo menos, no. Esa frase, quizás trillada que expresa: “tú eres tu mejor amigo”, encierra una gran verdad, implica que seremos garantes de seleccionar lo mejor para nosotros, entre ellos, nuestros pensamientos, reconocer cuándo nos proporcionan bienestar y cuándo nos alejan de éste. Nuestros alimentos, considerar aquellos que me son beneficiosos y descartar los que no. Las actividades, determinar cuáles me favorecen y con cuáles desperdicio mis horas de vida y en esa misma línea, mis amistades, mis relaciones, mi entorno.
Tengo muy poca certeza de todo cuanto me rodea, pero si hay una idea con la que creo acercarme a la visión de seguridad, es que no todo depende de nosotros, que no todo está en nuestras manos, los seres humanos tenemos límites y hay cosas que se escapan de nuestro entendimiento. Hay circunstancias que no podemos resolver, ni siquiera con la mejor disposición o intensión que pongamos en ello. Lo que puede cambiar, no son precisamente las circunstancias, sino más bien la percepción con la que las observamos. Reconocer que cada una nos pertenece y que son parte de nuestro camino las hace perfectas y les resta el valor negativo o positivo que les atribuimos.
Si hay algo que nos pertenece y que difícilmente alguien nos lo pueda quitar, es esa búsqueda constante de ser mejores seres humanos, de deslastrarnos de tantas máscaras, de sentirnos cada vez más cómodos con quienes somos. Es una búsqueda inagotable que dura toda la vida, pero bien vale el esfuerzo dedicarla en ello, por nuestro bienestar, por nuestra comodidad, con la seguridad de que firmemente avanzamos hacia nuestro propio encuentro.
por Memphis Vaamonde.