Pintura
No es lo que aparenta
30 diciembre 2022
Pues no, no es una escena lésbica ni mucho menos, por más que lo parezca, sino el relato de una historia digna de un programa basura de televisión. Monarca Borbón incluido.
Quien haya visitado los glamurosos castillos del Loira y conocido las historias de Catalina de Medici y su rival Diana de Poitiers está perfectamente inmerso en el ambiente de nuestra historia de hoy, lleno de intrigas palaciegas, bailes de salón, amantes por doquier y paredes adornadas con imponentes retratos de cortesanas y caballeros, ambos con la misma cantidad de maquillaje y pomposos lazos. Bueno los lazos eran más grandes los de los varones.
No sé cómo critico ninguna moda cuando yo he lucido con orgullo pantalones de campana.
Las que están en el baño son las hermanas d´Estrées. La obra está sin firmar ni fechar pero a juzgar por la moda de los peinados nos encontramos entre 1594 y 1598. En Francia estaba en pleno apogeo la escuela de Fontainebleau, segundo período para ser más preciso, caracterizado por la sensualidad, el erotismo y el tono picarón de muchos cuadros.
Eran épocas en las que en la corte francesa la celebración de fiestas se consideró una de las bellas artes.
Proliferaban los “petits châteaux”, lugares de esparcimiento de los nobles, donde iban a practicar la caza además de proporcionarse otro tipo de esparcimiento.
Vayamos al cuadro.
En primer término se ven a dos mujeres tomando un baño y en actitud digamos poco convencional. La de la derecha del espectador, la rubia, es Gabrielle d´Estrées y si nos fijamos en su mano izquierda sostiene un anillo con toda delicadeza y orgullo.
Esa es una de las dos claves del cuadro.
Ese anillo se lo había regalado Enrique IV de Francia, el primer rey de la casa de los Borbón, como promesa de matrimonio, lo que le convertiría en reina de Francia, justamente a ella, la odiada cortesana y amante del Borbón.
La otra clave: Su hermana Julienne le pellizca el pezón como símbolo y anuncio al mundo de que Gabrielle estaba embarazada, concretamente del cuarto hijo de Enrique IV. Este gesto aparentemente tan extraño fue frecuentemente usado en la pintura para indicar el estado de gravidez de una mujer.
Al fondo una criada se afana en coser algo, posiblemente se trate del vestido de novia de la protagonista.
Lo que es curioso es que las tres mujeres estén utilizando la mano izquierda, pero eso queda en pendiente.
El porqué de mostrarse desnuda tomando un baño es pura moda e imitación. En pleno renacimiento francés proliferaban en los jardines esculturas de diosas helenas con su torso al descubierto y además en la corte aún perduraba el recuerdo de otra gran cortesana y amante del rey que marcó toda una época como fue Diana de Poitiers y que había sido representada en esculturas y pinturas de esa guisa. Por supuesto Gabrielle apasionada del lujo y adulación no iba a ser menos.
Fijaos en la semejanza del retrato de las hermanas d´Estrées y este otro de presumiblemente Diana de Poitiers.
El baño, la composición de la cortina, el gesto de la mano cogiendo una flor, el fondo del cuadro con una mujer, la chimenea…
Pues bien, las dos, Diana y Gabrielle, fueron casi reinas, pero no llegaron a serlo.
Vamos a contar rápidamente los antecedentes de nuestra historia.
Francia está en plena guerra de religión. Por un lado, los católicos con su rey a la cabeza, apoyado por su pariente el Papa de Roma y en frente los llamados hugonotes, protestantes calvinistas.
Da la casualidad de que el rey de Francia muere y con él la estirpe de los Valois, en consecuencia, le corresponde el trono a Enrique III de Navarra de la casa de los Borbón. Sí, no me he confundido, rey de Navarra, la parte transpirenaica, y Borbón y para más lio hugonote.
¿Qué hacer? Los nobles católicos, con la aquiescencia de su suegra, la suegra de Enrique no de los nobles evidentemente, Catalina de Medici, sobrina por cierto del Papa, acuerdan que el navarro fuese rey de Francia siempre y cuando accediese a profesar el catolicismo. El Borbón ni lo piensa y es cuando dice esa frase que ha perdurado en la historia: “París bien vale una misa” , convirtiéndose así en Enrique IV de Francia.
Fue un magnífico rey, por lo que dicen que yo no estaba, muy sencillo, cercano al pueblo y sus necesidades, pero ¡Ay amigos! ¡Borbón!
Su lugarteniente cometió el error de contarle las maravillas de su amante, por supuesto Gabrielle, Enrique dijo, pues para mí, que para eso mando yo. La conoció y se enamoró de verdad.
Se la llevó a vivir a un anexo del palacio del Louvre exigiendo, sobre todo ella, tratamiento de reina haciendo que, a modo de ejemplo, las primeras damas de la corte le ayudasen a vestir cada mañana.
Como curiosidad Gabrielle era hija de Françoise Babou quién a su vez había sido amante de Enrique III de Francia, tuvo varios hijos varones y siete hijas a las que llamaban los siete pecados capitales. Entre las hermanas estaba, además de las que aparecen en la pintura, Angélique abadesa de Maubuisson, que fue depuesta de ese cargo después de haber dado a luz doce hijos de distintos hombres.
La legitima esposa de Enrique, hija por cierto de Catalina de Medici, hacía tiempo que vivía su propia vida lejos de la corte. Tras mucha insistencia Enrique IV consigue la nulidad de matrimonio. Es entonces cuando le regala el anillo de compromiso que nos enseña, prometiendo hacerla reina.
Gabrielle está feliz y dice aquello de “Ya solo Dios o la muerte del Rey pueden impedir que sea reina” . Su futuro esposo le pide que por unas semanas se vaya de palacio a fin de preparar la boda como corresponde a una reina.
Marcha a casa de un rico banquero amigo de la realeza, tras la cena en la noche del 7 al 8 de abril de 1599 comienza a sentirse mal con dolores epigástricos insoportables y convulsiones.
Los testigos dicen que su rostro retorcido y desfigurado se oscureció hasta el punto de hacerla totalmente irreconocible. En la corte se habla de envenenamiento. Entre el pueblo de la mano del diablo. Pero la hipótesis más probable es que fuese víctima de eclampsia tóxica (intoxicación por un alto nivel de albúmina en la orina, patología propia de gestantes que genera hipertensión, llegando incluso a las convulsiones).
Sus exequias se celebraron en París con honores de reina. Fue enterrada en el coro de la iglesia de la abadía de Maubuisson, aun dirigida por su hermana Angélique d’Estrées.