ornitología

El vencejo, el ave que sueña en las nubes

11 junio 2023

A lo largo de la primavera, los cielos de nuestros pueblos y ciudades se empiezan a llenar de chillidos producidos durante los vuelos acrobáticos de un ave increíble, el vencejo común.

Los vencejos comunes son un ave que muchas personas confunden con las golondrinas, si bien, se diferencian de éstas porque son totalmente oscuros, además de presentar cola corta y unas largas alas que recuerdan a guadañas.

Su alimentación se basa en insectos que caza en vuelo, simplemente abriendo su boca y volando a través de las nubes de mosquitos, pulgones u hormigas aladas, como si de un cazamariposas se tratara. Aunque parezca que un ave de pequeño tamaño no puede capturar muchos insectos con su boca, los investigadores de esta especie han llegado a registrar aportes de comida a los pollos que estaban formados por bolas de insectos compuestas por hasta 600 pulgones en una sola vez, estimándose que es necesario un aporte de más de 40.000 insectos diarios para alimentar los pollos en el periodo reproductor. Esto puede dar una idea de la impagable labor que realizan esta y otras especies insectívoras para mantener a raya las poblaciones de moscas y mosquitos, así como a diversas enfermedades que trasmiten.

Los nidos los sitúa en agujeros en fachadas o bajo tejas, pudiendo también ocupar cajas-nido diseñadas para esta especie. Los construye con plumas o pequeñas fibras vegetales que obtiene recogiéndolas en vuelo. Se sabe que las parejas son fieles durante toda la vida, volviendo año tras año al mismo nido.

Si durante el periodo de cría se producen condiciones meteorológicas muy desfavorables como, por ejemplo, fuertes tormentas, los vencejos no dudan en alejarse lo que sea necesario, incluso cientos de kilómetros, para rodear las tormentas, lo que puede suponer que no vuelvan al nido durante varios días, o incluso durante más de una semana. Y no, en ese periodo, los pollos de pocos días de vida no mueren, ya que entran un letargo similar a una hibernación que les permite vivir hasta el regreso de sus padres.

Tras abandonar el nido al finalizar la reproducción, permanecen volando hasta que vuelen a criar, por lo no se posan en 9 o 10 meses. ¡Sí, no me he vuelto loco! Están todo ese tiempo volando sin parar, incluso los pollos recién volados del nido, en el que se puede considerar el primer vuelo de sus vidas.

Las preguntas son evidentes: ¿Cómo beben? ¿Cómo duermen? La respuesta es sencilla, ¡¡¡sin posarse!!!

Para beber realizan pasadas a ras del agua como si de hidroaviones se tratara. Tal es su destreza de vuelo, que otra de las acciones que realizan en el aire es la cópula, algo que, a simple vista, no parece que tenga que ser muy sencillo con la velocidad a la que vuelan.

Todo esto está muy bien, pero, ¿y dormir? ¿Cómo pueden dormir en el aire? A día de hoy no se sabe con certeza. Se sabe que cuando llega la noche, los vencejos ascienden hasta una altura que llega a superar los 2.000 m, reducen la frecuencia de aleteo y allí, según las teorías, o bien realizan cortos periodos de sueño o letargo mientras se mantienen planeando, o bien, dejan dormido una mitad de su cerebro mientras la otra mitad se mantiene despierta, lo que les permite seguir volando sin descender en altura durante toda la noche.

La gran capacidad para volar de los vencejos, que les permite cubrir hasta 1.000 km en un solo día, se ve reflejada en su morfología, ya que presentan largas alas, mientras que sus patas, como apenas se posan, han ido evolucionando para menguar su tamaño hasta el punto que no les permite impulsarse del suelo para alzar el vuelo, ya que sus alas chocan con el suelo. Esta evolución les ha facilitado el vuelo, al reducir su peso, pero se ha convertido en una trampa mortal si, por cualquier circunstancia, caen al suelo.

Por eso, si alguna vez te encuentras un vencejo en el suelo en aparentemente buen estado, recuerda que solamente tienes que cogerlo y colocarlo en tu mano por encima de tu cabeza. Como desde esa altura puede saltar y batir sus alas, volará sin problemas, agradeciéndotelo durante todo el verano, comiéndose muchos de los mosquitos que te amargarían esa cervecita fresquita que te tomas en tu terraza favorita.

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