El ombligo de Venus
Del puente a la alameda
10 mayo 2024
Déjame que te cuente… que Machado los veía dorados y Lorca de plata, y hay un paseo desde el puente hasta ellos que la mayoría conocimos por boca de María Dolores Pradera. Porque los álamos siempre han estado muy presentes en la cultura popular, tan presentes que quien hiciera en su día la mili, seguro que recuerda que al fusil se le llamaba «El chopo».
El nombre del género, Populus, ya nos da una idea de esta presencia. Las tres especies que encontramos de forma natural en España son el Álamo blanco (Populus alba), el Álamo negro (Populus nigra) y el Álamo temblón (Populus tremula). Lo de llamarlos chopos o álamos va un poco por zonas, en algunas se utiliza indistintamente y en otras se llama álamos a unas especies y chopos a otras.
Son árboles de hoja caduca, de porte recto y rápido crecimiento, lo que los convierte en un género muy apreciado para la industria maderera. Es habitual ver choperas de cultivo para diversos usos, dependiendo de su calidad; contrachapado, útiles médicos, palillos, cerillas, pasta de celulosa o cajas para alimentos, entre otros.
Requiere humedad para su crecimiento, por lo que está muy presente de forma natural en la riberas de los ríos, en manantiales y fuentes. Si vas por el monte y ves una zona con álamos… seguro que hay agua cerca.
Los álamos son dióicos, es decir, que las flores masculinas y femeninas están en ejemplares distintos. Se podría decir, coloquialmente, que podemos encontrar «chopos» y «chopas».
La acción del viento es la encargada de la polinización, y también de dispersar las semillas, que están cubiertas por un vilano blanco, lo que les da aspecto de bolas de algodón. Son esos copos que cubren los jardines de blanco, y vemos caer del cielo como si nevara en verano. En efecto, no son polen, son semillas.
Por cierto, esos copos de «algodón», junto con lana, telarañas y otros materiales vegetales, es lo que utiliza el pequeño pájaro Moscón para hacer su nido. Un nido muy singular en forma de bolsa que cuelga de las ramas de álamos y sauces, y cuyo aspecto recuerda a un patuco, o un calcetín de lana.
Siempre es un placer pasear por una alameda, pero yo prefiero hacerlo en otoño, cuando las hojas ofrecen una preciosa paleta de colores, de esas que alegran los ojos y alimentan en alma.
En mi cara suele dibujarse una sonrisa…. y en mi cabeza siempre suena aquello de…