La Madriguera

Yahvé y el niño rata

Nos dice el Génesis que, el dios Yahvé, ante la osadía de unos hombres, que hablaban el mismo idioma, de construir una torre que llegara hasta el cielo, decidió confundir su idioma para dispersarlos y enfrentarlos.

¡Y vaya lío que se montó en Babel señores! Los españoles, sin ir más lejos, toda la vida aprendiendo inglés. Pero, ya se sabe, a río revuelto ganancia de pescadores; y a ese río se asomaron y lo seguirán haciendo miles de profesores y academias de inglés repartidas por nuestro suelo patrio. Se estima que hay unas 3.500 academias de idiomas por cuyas aulas pasan unos dos millones de estudiantes al año, ascendiendo la facturación a 1.200 millones de euros. Sin contar con los enseñantes no oficiales que se calculan en un 20% de ese total. 

                De nada sirvieron los intentos posteriores por deshacer el entuerto, como el de 1887 cuando el polaco Zamenhof estableció las bases de un idioma que perseguía el complicado objetivo de unirlos a todos. Como en El Señor de los Anillos. El esperanto, que así se llamaba el lenguaje ideado para tal fin, no lo logró y, hoy en día, únicamente es hablado por unas cien mil personas lo cual resulta anecdótico. No es tan fácil arreglar los castigos divinos. 

En vista de que no se podían unir, cada lengua fue evolucionando y la nuestra resultó ser la más viva de todas. Cada año surgen nuevas palabras. Unas tendrán más suerte que otras y pasarán a formar parte de nuestro diccionario tras el aval de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) y otras no entrarán o, ante su prolongado desuso, se eliminarán del mismo. Igualmente ocurrirá con las expresiones. No busquéis en ningún lugar “nasti de plasti“, pues no lo encontraréis, aunque, en su día, fue una de las voces más usadas para decir: “de eso nada”. El caso es que cada década ha tenido sus propias palabras y dichos. A los: mola mogollón, chachi, piba, napia, pinrel o piltra de los años 70 le sucedieron los: peluco, privar, desfasar, que nivel Maribel y otros muchos en los ochenta. Francisco Umbral en 1983 y después Ramoncín en 1993 publican el “Diccionario Cheli“ y “El Tocho Cheli“ respectivamente donde se agrupaban los vocablos de esta jerga madrileña que surgió en la transición. Ahí encontraremos palabras como: cheli, chocolate (para hachís), basca, pipa (para pistola) y trullo (para cárcel).

En nuestros días esta evolución se podría decir que va a la velocidad de la luz. El lenguaje se ha convertido en algo híbrido, mezcla de palabras, emoticonos (emojis) y abreviaturas (LOL). Algo cambiante y efímero a la vez. Algo que nos diferencia y a la vez nos globaliza pues de Cuenca a Buenos Aires usaremos el mismo inglés latinoamericanizado y las mismas expresiones del reggaetón y la música trap.

Músicos, youtubers y gamers son ahora los nuevos creadores del lenguaje y los estirados académicos de Madrid los que les compran el producto. Os lanzo una pregunta: ¿hablamos mejor hoy que nuestros antepasados?, ¿peor?

Hagamos un experimento, a continuación, escribiré un micro cuento en clave “moderna “y ya veremos, o veréis, dentro de cincuenta años si lo entendemos, o entendéis, de la misma forma. Sin más os presento al niño rata: 

EL NIÑO RATA

Los chicos, como casi todos los días, como en casi todos los momentos, estaban jugando al LOL. Cada uno en su casa, como siempre. Pero en aquella calurosa tarde de agosto se empezaban a aburrir. 

–      Chicos, podíamos hacer algo distinto esta tarde, ¿no? Me han baneado 24 horas del juego. – dijo Lucas.

Lucía, que estaba de chill en su setup, con su ordenador iluminado y sus cascos gamers, le contestó:

–      Pero ¿qué podemos hacer?, la verdad es que hace un rato que ya no estoy en mi prime.

–      Bien pensado. Yo estoy cansada de aguantar feeders en el chat- aseveró Nuria.

–      Podíamos ir a la tienda de videojuegos del CC. Creo que han sacado el nuevo Call Of Duty -propuso Marcos.

–      No me seas otaku, anda. Esos juegos siempre están llenos de bugs. ¿Qué os parece si vamos a la casa de la colina? — contestó Alberto preguntando, además — ¿Luis, te apuntas?, ya vale de farmear por hoy, ¿no?

El resto de amigos contestaron casi al unísono: 

–       Está afk tío. Además, al troll de Luis no lo queremos ver ni en pintura. Ese niño rata da mucho cringe.       

–       Es verdad, no me renta ir con ese campero a la colina. Da mucho covid – dijo la pequeña Nuria.

Pero Luis sí estaba conectado, solo que tenía el micrófono muteado.

Al final convencieron a Marcos, que de todo el grupo era el más miedoso, y quedaron en ir a la vieja casa de los Manrique, un caserón destartalado de paredes desconchadas y sin ninguna iluminación, más conocido como la casa de la colina. Sus antiguos habitantes la habían abandonado hacía ya unos lustros y de ellos nada se había vuelto a saber. Varias eran las teorías sobre su desaparición, a cuál más macabra.

Al anochecer, equipados con las linternas de sus móviles y algo nerviosos, pusieron rumbo a la casa esperando encontrar nuevas emociones y, con suerte, algo de loot. Ninguno se sentía culpable de haber ghosteado a Luis, ninguno recordaba haber dejado el micro abierto cuando le estaban flameando, nadie cayó en la cuenta de que el piloto indicador del avatar de Luis estaba en verde cuando le dedicaban apelativos como parguela, pimpín y otros peores. Tras un rato caminando por las afueras de la villa y finalizando la tendida rampa que, entre árboles y sonidos de la noche, los depositó en el umbral de la vieja casona se disponían a cruzar su tétrica entrada. Allí, en el interior, hace un rato que les está esperando el niño rata. El también lleva su linterna y ha traído, además, el arma reglamentaria del cabo Domínguez, su padre. El buenro se transformará pronto en malro. Va a ser una noche que los cinco amigos no olvidarán jamás.

FIN

Hasta aquí mi cuento, os dejo con mis jóvenes amigos, los zorros plateados, que me han ayudado a construirlo y ahora os darán las claves para poder entenderlo perfectamente y que no os tengáis que tirar muchos triples para comprenderlo. Por mi parte nada más.

¡Me piro troncos!

VOCABULARIO:
LoL: juego de ordenador
Banear: limitar las acciones de un usuario en un sistema informático.
Estar de chill: estar relajado, estar bien.
Gamer: jugador de juegos electrónicos.
Estar en su prime: estar en su mejor momento.
Feeders: persona que muere mucho en los juegos y hace a su enemigo más fuerte.
CC: Centro Comercial.
Otaku: un friki, obsesionado por algo, normalmente manga y anime. Peyorativo.
Bugs: fallos, errores.
Farmear: matar enemigos fáciles en los juegos.
Estar afk: estar lejos del teclado, no prestar atención a la partida.
Troll: persona que instiga al conflicto, fomenta las discusiones en línea.
Niño rata: joven que juega mucho, es estridente y aparenta rudeza e impertinencia.
Dar cringe: dar vergüenza ajena.
No me renta: no me interesa, no me sale a cuenta.
Campero: en los juegos gente que se queda escondido esperando que maten al resto.
Dar covid: dar asco, no gustar.
Mutear: silenciar, en silencio.
Loot: explorar y encontrar objetos que nos ayudaran a conseguir nuestro objetivo.
Ghostear: dejar colgado, desaparecer de la vida de alguien sin explicación.
Flamear: increpar o insultar de forma exagerada y sin motivación.
Parguela: sinónimo de tonto, lerdo, perdedor. 
Pimpín: sinónimo de matao, pringado, infeliz.
Buenro: buen rollo.
Malro: mal rollo.
Tirarse un triple: arriesgarse a dar una respuesta sin tener ninguna seguridad.

Música:
Racing Montecarlo, Ravioli Makers ft W. Cheff
Ravioli Makers
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