La Madriguera

Las malas edades

Alguna vez he hablado aquí de lo rico que es nuestro idioma. Tenemos palabras para describir casi cualquier cosa y además nuestra lengua es dinámica y va creando otros vocablos. Pero el otro día me pasó algo que no soy capaz de describir acudiendo al diccionario así que he tenido que inventar una palabra y, siguiendo la corriente actual, ha tenido que ser un anglicismo. Resulta que salimos a la capital una cuadrilla mixta de cincuentones. Tras la cena fuimos a buscar algún lugar para tomar una copa y caímos en un local de gente joven que perfectamente podrían ser nuestros hijos. Y allí surgió mi palabra. “Abuelying “: dícese de la acción de discriminar, hacer de menos o ridiculizar a alguien por su edad. Vamos, que nos miraban raro, que nos invitaban a irnos con sus miradas nada disimuladas. Para quitarle hierro al asunto uno de los presentes insinuó que «estamos en una edad muy mala» y entonces me dio por pensar. ¿Estamos en una edad muy mala?, ¿nosotros? ¡Vamos hombre ¡Repasaré aquí, con vosotros, algunas de las fases del ciclo de nuestra vida!

              Al nacer somos una gran alegría y una gran preocupación para nuestros progenitores. Somos vulnerables, de cristal. No se nos puede dejar solos, tienen que inventar métodos para que aprendamos a dormir sin despertarnos porque, ni eso sabemos. Los cólicos, los lloros, … que os voy a contar. Los bebés están en una edad muy mala.

              Un poco más tarde, en la guardería o pegamos o nos pegan, o no queremos ir, o una vez allí no queremos estar… que os voy a contar. Los pequeñines están en una edad muy mala.

              Llega la adolescencia, esa montaña rusa de las emociones que nos hace estar o muy arriba o muy abajo en cuestión de segundos y por los motivos más insospechados. Periodo de interrogantes: cuando podemos salir, cuánto podemos salir, que hacemos con las hormonas, con nuestra vida, quienes somos, que queremos y que vamos a ser… que os voy a contar. Los adolescentes están en una edad muy mala.

              Y con los cuarenta, en teoría llega la madurez, hacemos fiestas con el cuatro y el cero ya que la cifra es importante. Pero también llega la crisis. La de los cuarenta, claro. Esa frontera, para algunos, es un Rubicón muy ancho del que, una vez cruzado, no hay vuelta atrás. Parecería como que si lo que no hubiéramos hecho o conseguido hasta entonces ya nos vaya a resultar vetado o imposible. Nos empezamos a comparar con los demás y es más fácil que no nos guste lo que vemos que lo contrario…que os voy a contar. Los cuarentones están en una edad muy mala.
              Saltaré mi edad para volver más tarde a ella y me detendré en la vejez. Encorvados y arrugados volvemos a la niñez, somos débiles otra vez, otra vez dormimos mal. Además de ancianos nos volvemos obsoletos ya que a nuestro alrededor el mundo ha cambiado muy rápido y no somos capaces de manejarlo… que os voy a contar. Los ancianos están en una edad muy mala.

              Y volviendo a mi edad. En la cincuentena es cuando decimos aquello de que ya nos hemos comido más de la mitad de la cebada, y además la buena y cosas por el estilo. Parece como si estuviéramos en el momento de la carrera en el que ya se empieza a vislumbrar la meta o los kilómetros que nos quedan para el final. Ahora bien, sin tener eso en cuenta, no veo yo ningún momento crítico propio de la edad, o sí: el abuelying. Son los demás los que nos hacen sentir que estamos en una mala edad y yo por ahí no paso señores. Se trata de una fase de estabilidad en la que, más o menos, hemos establecido una base firme de vida y podemos hacer lo que queramos. Hace unos días que visité el Comala de Juan Rulfo y no estoy de acuerdo con Joaquín cuando dice que al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver. Habrá que volver a Comala, a ser felices otra vez, a recordar que lo fuimos o a iniciar desde allí el camino que nos lleve a otros Dorados. Y todo eso se puede hacer perfectamente a los cincuenta.

              Así que, como ya habréis imaginado, mi conclusión es que no hay malas edades, quizás malos momentos. Seamos felices o intentémoslo en cada fase de nuestra vida respetando los maduros a los jóvenes que aún no saben por dónde van a ir y que tienen todo el derecho del mundo a equivocarse y cambiar de opinión, pero, por favor, jóvenes y adolescentes respetad a los mayores y ancianos. Reíros con nosotros y no de nosotros y permitid que demos nuestros últimos coletazos con alegría.

Un viejo zorro cincuentón.

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