La Madriguera

El cierzo y los tomates

6 junio 2022

“En 1972 un comando compuesto por cuatro de los mejores hombres del ejército americano fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el Gobierno sobreviven como soldados de fortuna“.

(El Equipo A)

                Me encantan los principios de las cosas, son tiempos en los que  normalmente no se domina lo que se hace pero, por otro lado, cuando más pasión se pone para lograr aquello que queremos. He empezado con el comienzo de una serie mítica de los 80 porque, además de que me gusta y lo podría recitar de memoria, me recuerda, salvando las distancias, a otro comando que se formó en la ribera alta del Ebro allá por 1988. Se llamaba Agrupación de Tiempo Libre Cierzo, más conocida como “El Cierzo“.

                Como bien dice su nombre era un grupo formado para desarrollar actividades de tiempo libre de lo más variadas, siendo el momento culminante de nuestra temporada el campamento de verano. Nuestro coronel “Hannibal Smith“ particular se llamaba Javier y él se encargó de reunir a un grupo de jóvenes de los distintos pueblos de la ribera y de las procedencias más heterogéneas. Había estudiantes de vacaciones, trabajadores y catequistas. Sí, he dicho catequistas puesto que el grupo venía impulsado por el Arciprestazgo de Alagón, por tanto la Iglesia. Unos tiempos y una Iglesia, la que nosotros conocimos, que vertebraba el territorio y ofrecía alternativas de tiempo libre que no se conocían por estos lares. Hoy, todo esto ha cambiado y habrá muchas opiniones al respecto, pero yo he venido aquí a hablar de mi libro.

                Nuestras motivaciones eran también muy variadas. A algunos nos mandaban allí para mantenernos ocupados, otros eran más vocacionales y también hubo quien se apuntó para no tener que ir a coger tomates. Movilizábamos aproximadamente a un centenar de chavales/as de todos los pueblos de la ribera y no éramos ni por asomo un grupo católico o scout como algunos podrían pensar, éramos más bien autodidactas. Se trataba de un grupo en el que, después de haber seguido ciertas pautas (cursos de monitores) y haber aprendido palabros como “pedagogía activa“ o la ventana de Johari nos lanzamos a inventar cualquier cosa que pudiera entretener educando. Llegamos a patentar unas verbenas rurales en los pueblos pirenaicos donde todo el mundo bailaba al son de las músicas del mundo como si se tratara de una gran clase de zumba grupal.

                Al recordar aquella época me viene a la cabeza la idea de descubrimiento, tanto de lugares como de personas, en los que primaba la libertad y el buen rollo. También en aquellos tiempos de epifanía se forjaron grandes amistades que perduran en el tiempo y a pesar de él también. Yo además tengo muy vinculados esos años a música y personas. No nombraré a nadie porque si algo tuvo de bueno ese grupo es que era “El Cierzo“ con mayúsculas. No había ni Messis, ni Ronaldos, ahora Mbappés. El caso es que descubrí al gran Silvio subiendo a la montaña, otros me descubrieron a Pearl Jam y a Extremoduro, también hubo quien me mostró a Yanni, Kitaro y a Oldfield. Con nuestro “Hannibal“ particular saboreé a la Bullonera, Serrat y al abuelo Labordeta. Luego vendrían los modernos con Los Planetas… Así de ecléctico era nuestro grupo.

                Llevamos campamentos durante más de una década, se pusieron en marcha dos ludotecas y participamos en numerosas fiestas y eventos de tiempo libre pero, sobre todo, creo que dejamos una gran huella entre la gente de la ribera. Los chavales de varias generaciones aún se acuerdan de El Cierzo y nosotros de ellos. Anécdotas podría contar mil, desde el camión que nos ofrecían desinteresadamente y con chófer para llevar todo el material y que cargábamos entre todos, hasta las tiendas inundadas o múltiples bichos que se metían en ellas cuando los chicos “olvidaban” comida en su interior, etc… Pero la mayoría de las que yo más recuerdo ocurrían durante la actividad estrella del campamento, la travesía de montaña que nos tenía cuatro días peregrinando por esas pistas y montes de la geografía aragonesa que con el tiempo se han hecho tan populares en programas de TV y libros de senderismo. Entonces nos dimos cuenta de que no podíamos subir a Monte Perdido por la cara norte con 25 chavales y tiendas de campaña en la mochila, también descubrimos la ruta de los pueblos abandonados que nos llevó a Otal y a Ainielle en el Sobrepuerto del Alto Gállego y el Sobrarbe.

Pueblo este último que más tarde se hizo famoso por la novela de Julio Llamazares “La lluvia amarilla“ que os recomiendo fervientemente. Con el tiempo me he dado cuenta de que “la marcha“ como la llamábamos los acampados, era nuestro rito iniciático particular. No en vano los amigos nos llamaban cariñosamente “la Secta“. Prácticas de iniciación a lo largo de la geografía mundial y en cualquier época hay muchas, suelen ser salvajes o para demostrar la valentía de los jóvenes como esa tradición de la Isla de Pentecostes en la que saltan desde torres de madera de 30 metros de altura construidas a tal efecto sujetos a los pies con lianas y  quedando a escasos centímetros del suelo. También las hay festivas, con música y comida, como la tradicional Bar Mitzvah de los judíos. Pues bien, nuestra travesía era una mezcla de ambas. Por el lado salvaje tenemos el haber pasado una noche debajo de una roca a 2.500 metros de altura en el Balcón de Pineta en medio de una sobrecogedora tormenta o aquella vez en la que Toni rodó por la chimenea final del pico Collarada emulando a los indígenas de la isla que os comentaba antes. Y por el lado festivo podemos recordar una ocasión en la que llegamos tras una larga marcha por los mallos de Riglos al pueblo de Santa María de la Peña. Estábamos todos agotados pero casualmente en el pueblo eran fiestas y nos fuimos a la verbena; más tarde nos dejarían una casa para pasar la noche. Los que partían del campamento rumbo a lo desconocido para iniciar la travesía no eran los mismos que llegaban cuatro días más tarde. En tan corto periodo de tiempo se establecía un vínculo difícil de explicar. Salvando muchísimas diferencias era como el Gran Hermano de ahora, ya sabéis en la casa los sentimientos se magnifican. Pues en la marcha pasaba lo mismo.

                 Hoy en día la oferta de tiempo libre en la ribera es mayor, aunque principalmente deportiva, y ese sentimiento creo que no existe. Como diría Silvio, “ahora que ha llegado el tiempo de resumir“ pienso que algo como lo que se formó entonces, dinámico, alegre y desinteresado sería irrepetible por diversos motivos.

Lo que también tengo claro es que aquellos tomates que se quedaron sin recoger allá por 1988 estuvieron muy bien desaprovechados.

Música:
. La era está partiendo un corazón, Silvio Rodríguez.
. Moonlight Shadow, Mike Oldfield.
. Cantares, Serrat

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Comments

  1. Que bonito llevarnos con el recuerdo a esos tiempos tan bonitos que vivimos y nos hicisteis vivir…
    Para todos los que tuvimos la suerte de vivir la experiencia de esos campamentos y la asociación, ha marcado un poco de lo que somos ahora….
    Mi hijo este año va a su primer campamento, es una experiencia que no quiero que se pierda….sin duda por los excepcionales recuerdos que yo tengo.

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