La Madriguera

Crónica desinformada de una tarde de moros y cristianos en Alagón

No se podía imaginar Don Artal de Alagón, a la sazón ble aragonés al servicio de Jaime I durante la Reconquista en el siglo XIII, que una pedrada, la que lo mató en 1239 mientras atacaba con sus huestes la villa alicantina de Sax, iba a desembocar más de setecientos años después en el hermanamiento de dos villas, Sax y Alagón, separadas por casi 500 kilómetros de distancia. Fue este hecho histórico el que motivó que, allá por 1965 y a iniciativa del entonces alcalde de la localidad alicantina sumado al ímpetu e ilusión de entusiastas de ambas villas, se iniciara un camino en el que hace pocos días se cubrió otra etapa.

Yo, como bien sugiero en el títlo de mi texto no tengo relación directa con el hermanamiento ni con las gentes y peñas que lo cultivan a diario pero sí me atrevería a decir que, como casi todo el mundo en Alagón, quien más, quien menos sabemos dónde está Sax, quien fue Don Artal y que en los años que terminan en 0 y en 5 nuestros hermanos alicantinos nos visitan con lo mejor de su fiesta. Los moros y los cristianos toman las calles de Alagón con un colorido, ritmo y sonido infrecuente en nuestros festejos ribereños. Sin entrar en los detalles concretos de la fiesta, que está organizada por la Mayordomía de San Blas (Federación de Comparsas que rige la fiesta), os diré que se compone de ocho comparsas: cristianos, moros, garibaldinos, alagoneses, caballeros de Cardona, turcos, árabes emires y Marruecos. Si a esto le sumamos sus damas y reinas, su banderas que rodarán en la Plaza del Castillo, nuestros joteros y dos cuerpos bandísticos que ponen la banda sonora tenéis una celebración que os transportará al siglo XIII sin tener que empuñar espadas o alfanjes y sin duda alguna no tiene parangón en la ribera y pocas similares habrá en Aragón (La Morisma de Ainsa por ejemplo).

Hay muchos libros y documentación histórica al respecto para el que se quiera informar mejor y siempre os podréis dirigir a la Peña Sajeño-Alagonesa en Alagón o en Sax (comparsa de alagoneses) donde seguro os contarán con detalles su impresionante historia de hermanamiento. Hasta aquí, a grandes rasgos y con mayor o menor acierto, os he contado los antecedentes de lo que nos disponíamos a disfrutar el pasado sábado 10 de septiembre en el marco de las Fiestas de Alagón y que no habíamos vivido desde 2015 por culpa de una pandemia que, al igual que la peste en el medievo, cambió los hábitos de moros, cristianos y todo bicho viviente (en 2020, año terminado en cero, la fiesta no pudo venir a Alagón). Ahora es momento de reír, llorar, que se nos pongan los pelos como escarpias y de que muchos sajeños y alagoneses rememoren los momentos que les han traído hasta aquí, lo vivido y lo compartido.

En las calles hay expectación, mucha gente de fuera. Eso en los pueblos lo sabemos. La comitiva se hace un poco de rogar, la verdad, pero en cuanto oímos nuestras castañuelas joteras sabemos que el desfile ha comenzado. A Alagón viene una muestra de la fiesta alicantina, allí desfila muchísima gente y hay arcabuces, faroles y demás parafernalia característica de cada comparsa. Hoy la más nutrida es la de Alagoneses y uno de sus componentes es el detonante para mi texto y el que va a representar al resto de participantes.

Viene a lo lejos, muy tieso, con ese vaivén y cadencia característica que tiene toda la comitiva y que a los de Alagón tanto nos gusta. Lo que más me llama la atención, su sonrisa. Su sonrisa y su mirada. No deja de mirar y sonreír a la gente que le grita, a él y a todos, «¡guapo, viva Sax… !». En su rictus se adivina el orgullo y la convicción del que está representando lo mejor de su tierra. Ese rostro habla de la Reconquista pero también de progreso, nos habla de Don Artal y de calzado y persianas, nos habla de pasado y a la vez de futuro. Por otro lado, en la misma y en otras comparsas hay alagoneros que participan en el desfile.

También me fijo en sus caras. Son de alegría, eso es común a todas. Pero en el rostro de estos alagoneros se vislumbra además un profundo respeto. Respeto por una fiesta que originariamente no es suya pero que sellaron con lazos de sangre hace ya más de cincuenta años. Pero dicen más cosas, nos hablan de casas compartidas para acoger en uno u otro pueblo a los visitantes, nos hablan de cuando en el largo viaje pasaban la localidad de Barracas y, con el cambio de provincia, ya se veía más cercano el destino, nos hablan de matrimonios y relaciones surgidas de la hermandad de los dos pueblos. De vida en común.

Que todo esto lo vea una persona que, como yo, no ha ido a Sax creo que habla de la sinceridad de mi texto y de lo primario de las emociones transmitidas. Así que, aunque yo no sea de muchas emociones, despediré este texto con un: ¡Viva Sax! ¡¡Viva Alagón!! y, sobre todo, vivan todas las gentes que hicieron, han hecho y harán todo lo posible para que este fenómeno del hermanamiento entre pueblos, en unos tiempos en lo que priman las divisiones, perdure en el tiempo.

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Comments

  1. Zorro plateado…
    Estás invitado a Sax a ver las fiestas y vivirlas.
    Me ha encantado tu crónica desinformada, expectacular.
    Del 1 al 5 de febrero, vente que tienes casa y disfrute.
    Un abrazo

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