La Madriguera
Aragón ski circus

Matías se ha levantado contento en este gélido sábado de un invierno que casi, por ausente, se añoraba. En el duermevela mañanero en el que se pelea con sábanas y edredón se le ha vuelto a ocurrir un tema para escribir. No es de esos colaboradores que tienen lista de espera para sus textos y van sacando del cajón de sastre de su imaginación un tema tras otro. El necesita la presión de la página en blanco, la cercanía de la fecha de publicación. Está contento y así se lo hace saber a su santa:
– Cari, por fin se me ha ocurrido algo. Ya bajo, no se me vaya a olvidar.
– Vale Matías, pero, por favor, cambia las sábanas anda.
Para el tema sobre el que hoy quiere escribir y mientras se prepara un café bien cargado echa la vista atrás unos treinta años y encuentra a un Matías idealista preocupado por los temas medioambientales. Un ecologista vamos. Un ecologista de salón, piensa ahora, aunque también hizo sus pinitos en la vanguardia de la protesta verde. A aquel joven cualquier obra en el territorio le parecía una herida horrorosa en un paisaje que ya de por sí era duro y salvaje. Además, siempre amenazaban a lo más bonito y delicado de su entorno.
Ahí quedaron las torres de alta tensión de la línea Aragón-Cazaril, el recrecimiento de Yesa, Jánovas, Biscarrués, la mina de Borobia, los molinos indiscriminados… y el Ebro. “Con el padre Ebro y la Pilarica no podrán, ahí todos somos Agustina“ — piensa Matías. Allende las fronteras aragonesas se preocupó por la autovía de Leizarán, esa que iba de Pamplona a San Sebastián amenazando la montaña navarra y guipuzcoana, esa por la que hoy en día Matías y su familia ponen rumbo a la playa de la Concha cada verano.
Qué cosas, el tiempo. Lo cura todo, lo tapa todo, lo lima todo. También tiene un recuerdo para los distintos grupos ecologistas y sociales que siguiendo esos ideales se ponían delante de políticos, grúas y policías para intentar parar lo que ellos creían injusticias o para que esos proyectos se hicieran de otra manera. Esos grupos que encuentran su fuerza en la irreverencia, en la energía de la juventud, en lo instintivo de sus reacciones. Virtudes esas que, como la otra cara de la luna, a veces juegan en su contra. Por aquello de las apariencias y las incongruencias y los prejuicios que gentes cansadas o descreídas como Matías quieran aducir.
Y en medio de esas disquisiciones y añorando aquellos años y con el café ya consumido, Matías casi ha olvidado el tema principal que hoy quería contar. ¿O quizás quería hablar de él mismo? Del paso del tiempo. Pero no, no lo ha olvidado.

Vuela con su mente al Valle del Aragón. El río que dio nombre a uno de los reinos más poderosos de la historia, el territorio por el que discurre el Camino de Santiago. Jaca, Collarada, San Juan de la Peña, Santa Cruz de la Serós, la Estación Internacional… “Ese valle al que tantas veces vamos los almendrones del llano“ — recuerda Matías.
En ese tapiz de blanco y verde, sobre un mapa con nombres y curvas de nivel que ellos no entienden, unos trajeados señores de alguna gran capital han proyectado un circo y lo han llamado así, pero en inglés, el ARAGÓN SKI CIRCUS.
Para el gusto de Matías ni en eso han acertado ya que con lo rica y bonita que es la toponimia aragonesa…: La Raca, Pico Malacara, Canal de Izas, la Canal Roya, Anayet, Espelunciecha, circo de Rioseta. Busca en internet y se da cuenta de que el proyecto está concebido desde hace ya unos años pero que, por costoso y polémico, nos lo van sirviendo con cuentagotas cada principio de temporada a ver si nos pueden vender el traje a trozos.
También resulta paradójico que el dinero con el que ahora se cuenta para llevarlo a cabo proceda de unas partidas destinadas a turismo verde y sostenible. Pero, se está olvidando de explicar el proyecto. Lo intenta resumir brevemente: se proyectó construir el espacio esquiable más grande de España y uno de los más extensos de Europa. Por aquello de las sinergias, los hoteles, los días de pernoctación en el valle y ofrecer un producto redondo. La construcción, la restauración, el progreso y la vida en el valle.
En la práctica se pretende unir Canfranc Estación y el circo de Rioseta mediante remontes a la estación de esquí de Candanchú. De ahí, otra telecabina llevaría a los esquiadores a la vecina estación de Astún y desde la parte más alta de esta última y por medio de un telesilla de unos ocho kilómetros unir el Valle del Aragón con Formigal, en el Valle de Tena a través de la Canal Roya.
Coste: sesenta millones de euros. Objetivo: cuarenta mil turistas al día en la zona y 100.000 esquiadores por hora. Pero, ¿qué es la Canal Roya? Se trata de un valle virgen orientado de Este a Oeste que hace de corredor natural entre los Valles de Tena y Aragón posibilitando así la interconexión de fauna. También posee las mejores características de la montaña pirenaica y el color rojizo de su tierra volcánica le otorga a la canal su bonito nombre.
Esto es lo que está en juego y también una forma de desarrollo, de educación y de explotación del medio. No olvidemos que tras las pilonas vendrán las grúas y los apartamentos y que cuando el blanco desaparezca de esas tierras royas cada vez más pronto para volver al año siguiente cada vez más tarde nos quedarán el costurón de acero y las múltiples pistas de servicio y las puertas y ventanas de los apartamentos cerradas hasta el próximo invierno. Si nieva claro, pero bueno, de eso ya nos informará el Heraldo. Quizás sea la ley la que aparte esta cicatriz de hierro y maquinaria pesada de este valle pues se halla todavía inmerso en un plan de creación del Parque Natural Anayet-Partacua que podría alejar este fantasma de las quietas aguas de los ibones que reflejan, como en un espejo, el pico de su mismo nombre.

Y una vez expuesto el tema, y ya en su tercer café, Matías se vuelve a acordar de aquellos jóvenes inconformistas, con sus ideales y su cabeza alta, que hoy además van provistos de razones, de leyes y de Europa. Y piensa en la política, en los políticos, en los medios y en el exiguo poder del ciudadano solo frente a todos ellos. Y se da cuenta de que esas agrupaciones verdes y sociales son necesarias, con sus defectos y con sus virtudes. Y también advierte que no son únicamente jóvenes, que no todos son como él, maduros vencidos por la monotonía del día a día. Qué hay grandes señores y señoras de la lucha medioambiental que no se han rendido. Y reflexiona y piensa si el individuo puede hacer algo para mejorar las cosas y hace inventario de las derrotas y de alguna victoria y se da cuenta de que sí, que se puede y que vale la pena.
Y ya está. Matías ha terminado. Baja la tapa del ordenador y llora. Por el territorio amenazado, por el tiempo pasado, por el tiempo perdido.
Y al momento recuerda:
– ¡Ostras, las sábanas ¡Dedicado, con cariño, a los irreductibles luchadores de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón, a Jánovas y al abuelo.
La foto de portada es tomada de una página web https://www.picoseuropa.net/ donde podéis ver fotos increíbles. En nuestro caso la url de nuestra foto es https://www.picoseuropa.net/pirineos/anayet/index.php